Estudio Bíblico

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Integridad, honestidad, lealtad, fidelidad.



Integridad (Jos 24:14, 1 Rey 9:4-5).

Es la cualidad del carácter que implica ser siempre el mismo, en todas las circunstancias, en público y en privado. Ser el mismo en su hablar, en su sentir, en sus pensamientos y en su hacer (conducta). No cambiar en ninguna circunstancia, aún cuando ello implique consecuencias en contra de sí.
Lo que mantiene la integridad en una persona es la total rendición y dependencia de Dios (Jn 15:5), reconociéndolo en todos los hechos de su vida para que El lo dirija y lo corrija (Prov 3:5-6).
Sant 1:22-25: no solo oye la Palabra de Dios sino que la pone en práctica en todo tiempo, en todo lugar, en toda circunstancia.
Cuando desarrollamos la integridad en nosotros surge la confiabilidad en otros.
Desarrollar la integridad implica:
• Cumplir con sus compromisos en el tiempo determinado (puntualidad).
• Aprender a planear considerando todas las variables para lograr cumplir puntualmente.
• Aprender a valorar y aprovechar nuestro tiempo y el de los demás.
• Hacer lo que dice que va a hacer, cumplir su palabra.
• Ser constante en nuestros pensamientos, sentimientos y decisiones.
Lo contrario de la integridad es el doblez de ánimo (San 1:8): es inconstante en todos sus caminos, y quién es así no puede esperar recibir nada del Señor (San 1:9).
La inconstancia nos puede llevar a la tibieza espiritual y en todas las demás cosas, y ello es aborrecible para Dios (Apo 3:15-16).
Sant 4:8: los de doble ánimo, los inconstantes en todos sus caminos, los que parecen veletas que los lleva el viento de acuerdo a su inclinación de ánimo, circunstancias, opiniones de los demás, etc., necesitan purificar sus corazones delante de Dios para que El, por Su Espíritu Santo que hace morar en nosotros, nos dé fortaleza, dominio propio, perseverancia, un solo sentir, y ser de esa manera, personas de integridad que son la misma persona, hacen lo mismo, piensan lo mismo, sienten lo mismo, en toda situación, en todo tiempo, no cambian aún cuando ello implique riesgo o pérdida para sí mismos.


Honestidad (2 Cor 8:20-21, 1 Cor 7:35, Prov 20:17, Isa 59:4, Prov 20:6).

Es ser justo y verdadero (al estilo de Dios). Implica no mentir, no hacer trampa, no robar ni manipular.
La deshonestidad implica inseguridad, crimen, corrupción, pobreza, desintegración familiar, violencia, etc.
El desarrollo de la honestidad en nosotros implica, por lo menos:
Uno. No mentir, no hacer trampa, no robar, no manipular.
Dos. Ser congruentes en lo que hacemos, decimos, pensamos y sentimos.
Tres. Comunicar todos los hechos que requiera conocer la otra persona, evitando omitir y/o acomodar las versiones para evitar malos ratos (medias verdades o mentiras piadosas).
Cuatro. Decirles a los demás las cosas que deben saber, aún aquellas que no son fáciles de decir; ser francos y directos pero con amor (Efe 4:15).
Cinco. Estimular y premiar la honestidad en los demás.



Lealtad y fidelidad (2 Cro 31:15, 2 Cro 34:12, Mat 24:45, 1 Sam 26:23).

Fidelidad es la cualidad del carácter que determina que la persona se comprometa con aquello que se le ha encomendado hacer y lo haga sin desmayar.
Y la lealtad es el compromiso de una persona con respecto a otra para ayudarla a crecer, servirla, apoyarla, animarla, ayudarla, etc., sin importar las circunstancias y las características personales, siempre. Es tener fe en los demás y actuar de buena fe con respecto a ellos.
Características de la fidelidad y la lealtad son la legalidad, la rectitud, la constancia, la sinceridad, la veracidad, la franqueza, la honradez, la nobleza, la rectitud y la exactitud, tanto para con otros como con respecto a las cosas que se nos han delegado.
Es manifestar una adhesión contínua hacia principios, compromisos y personas y saber decir “no” cuando corresponda, tanto en las cosas pequeñas como en las que no lo son (Luc 16:10, Luc 19.17, Mat 25:14-30).
La fidelidad y la lealtad comienzan con Dios y con aquello que nos ha encomendado: oración, lectura y meditación de Su Palabra, poner por obra la Palabra que conocemos.
No es tener una devoción ciega ni abrigar la incompetencia. Tampoco es un prejuicio que transmita la idea que todo lo que está fuera de nuestro grupito está mal.
Es darles a otros la libertad para ser, para desarrollar, para innovar, para cometer errores, para aprender el uno del otro, y todo ello, sintiéndose todo el tiempo amado, sostenido, afirmado. La palabra clave es AMOR.

11 Mar 2010