Estudio Bíblico

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Aprendiendo del ejemplo de José.





Aprendiendo de José.



La importancia de José en la familia.
Cuando la Biblia nos habla de la familia de José (Gen 37:2), el centro de la historia en realidad no es Jacob sino José. Con ello, la Palabra de Dios nos está enseñando acerca de la enorme influencia que un hijo puede tener en una familia así como del carácter que ese hijo le puede dar a toda una familia entera.
Y ello, sin importar que lugar en el orden de los nacimientos ocupe ese hijo. José no era el primogénito, ni siquiera uno de los hermanos mayores. Era el penúltimo de todos los hermanos. Sin embargo, fue el que tuvo la influencia más determinante en esta parte de la historia de la familia.
No importa el lugar que tengamos en la familia, ni la consideración que ellos nos tengan a nosotros (el chismoso, el inútil, el consentido, etc.): bajo la dirección, sabiduría y poder de Dios, una vez restaurados y formados por El, podemos ser los que Dios use para cambiar la historia e imprimirle un carácter santo y bendecido a nuestras familias.



Las tres grandes etapas de la vida de José.
De su nacimiento a los 17 años.
De los 17 a los 30 años.
De los 30 a los 110 años.



De su nacimiento a los 17 años: consentido, chismoso, ocioso (Gen 30.24-37:2)

El hecho de que tuviera una capa (el hebreo sugiere que era una capa de manga larga, hasta lo tobillos, elegante), es un indicador de que no trabajaba (esa capa no era para trabajo: hasta la rodillas, de manga corta y de tela y confección sencilla).
Jacob le asignaba el papel de contarle todo lo que hacían sus hermanos cuando él no estaba, es decir, el de chismoso, como lo evidencia el encargo que le da de ir a vigilarlos cuando cuidaban las ovejas. Nótese que ellos cuidaban las ovejas, no él.
Además de consentido, chismoso y no trabajador, les "restregaba" en la cara el hecho de ser el consentido de su papá, al usar la capa de colores, y además, con falta de sabiduría, les cuenta el sueño que había recibido, de que ellos se iban a inclinar ante él (él iba a ser el jefe).
La Biblia, durante este período de tiempo de su vida no muestra que José tuviera una buena relación con Dios, es más, sus actitudes lo demuestran.

Era evidente, entonces, que si se iba a cumplir el propósito de su vida dado por Dios, necesitaba aprender:
A trabajar (había estado ocioso quizá los diecisiete años de su vida).
A ser un buen administrador en la bonanza y en la escasez (administrar la abundancia y la escasez de un país por períodos de siete años consecutivos cada uno, solo podía ser tarea de un buen administrador).
A ser una persona humilde (el que no es humilde, en una posición de gobierno, en lugar de facilitarse su trabajo se lo complica grandemente, desarrollando muchas áreas de resistencia).
A tener sabiduría (el gobierno de una nación grande indudablemente lo requiere).
A buscar a Dios para tener dirección en todos los asuntos (claves y sencillos).



De los 17 a los 30 años: esclavo y preso: diligente, buen administrador, próspero (Gen 37.2-41:46).

Es en esta etapa en donde aprende todo lo que necesitaba para cumplir con el propósito de Dios y ser lleno de Su bendición:
A trabajar (que mejor lugar para ello que como esclavo.
A ser un buen administrador de las bonanzas (que mejor lugar que administrando todas las cosas de Potifar y administrando su propia prosperidad en la esclavitud)
A ser un buen administrador de crisis (que mejor lugar para aprenderlo que administrando la cárcel, donde los recursos son escasos y las necesidades muchas, además de los problemas propios de los encarcelados).
Aprender humildad (que mejor lugar para aprenderlo que la esclavitud y la cárcel). Necesitaba aprenderla si iba a ser autoridad sobre Egipto e Israel.
Aprender sabiduría (que mejor que las crisis como escuela de sabiduría).
Aprender a mantener una relación y dependencia constante con El Señor, buscarle (que mejor escuela para ello que las crisis, las contrariedades, las situaciones difíciles de la vida como las de José).

A pesar de que las condiciones del aprendizaje aparentemente eran difíciles, Dios, en Su misericordia, le facilitó el tiempo de aprendizaje a José de muchas maneras:
Dios estaba con El.
Aunque era esclavo y preso, Dios le dió gracia y favor con sus superiores.
Dios prosperaba su trabajo.
Dios lo prosperó a él también.

De este tiempo en la vida de José podemos aprender algunas cosas para nuestra propia vida.
Cuando Dios nos llama, también nos va a preparar. Dios equipa a los llamados (Mat 4.19). El tiempo que va a durar nuestra preparación está en la sola potestad y conocimiento de El, no de nosotros (Ecle 3:1-11).
Por mucho que las condiciones del aprendizaje nos parezcan muy difíciles, Dios va a obrar en medio de ellas para facilitárnoslas de tal manera que, por un lado, no sean tan difíciles como podrían ser, pero por otro lado, no estorben el aprendizaje de lo que Dios desea enseñarnos.
Las cosas que a nosotros nos parecen malas (no porque lo sean, sino porque no nos gustan) si Dios las está permitiendo en nuestra vida, no son malas (aunque puedan ser incómodas), porque la Palabra de Dios dice que todas las cosas que nos suceden a los que amamos a Dios son buenas porque obran para nuestro bien (Rom 8:28-29). Por lo tanto, como las juzguemos va a depender de la perspectiva que asumamos: si es nuestra perspectiva personal (la vida debería ser placentera), las vamos a juzgar "malas"; si es desde la perspectiva de Dios (la vida es una experiencia de aprendizaje constante y creciente para el cumplimiento de Su propósito de bendecirnos), las vamos a juzgar buenas.



De los 30 a los 110 años: bendición para su familia, su pueblo y Egipto (Gen 41:46-50:26).
Por trece años de preparación, vivió 80 años de bendición (de los 30, cuando fue ascendido por Faraón; a los 110 años que tenía cuando murió).
Desde esta perspectiva y proporción ¿los años malos de José ya no parecen tan malos, verdad?
Es igual que desde la perspectiva de la resurrección y todas las personas que por la Cruz iban a ser salvas, a Jesús le fue llevadera la pasión y crucifixión por el gozo puesto delante de El (Heb 12:2).
Igualmente, aunque ahora podamos estar en medio del tiempo de la preparación (que lo hemos de estar), y nos parezca muy dura, recordemos el ejemplo de José, afirmémonos, pidámosle a Dios Su ayuda, y sigamos adelante (Sant 1.2-6).



Dan 2:21: Dios cambia los tiempos.

Cuando José se levantó el día que lo iban a llamar de parte del Faraón, José ni se imaginaba que ese día llegaría y que ese día iba a cambiar su vida totalmente.
El se levantó a hacer los mismo que había estado haciendo en los últimos años: administrar la cárcel, sin imaginarse que ese era el día que Dios había determinado para culminar con su preparación y graduarlo para lanzarlo al cumplimiento de la misión que había determinado para él.

Es interesante notar algunas cosas que nos pueden ayudar a nosotros en la espera del día cuando Dios cumplirá plenamente sus planes para nosotros, lo que nos ha prometido (llamamiento, ministerio, sanidad, bendición, etc.).
De los diecisiete años de José, Dios habla todo un capítulo (Gen 37).
Del tiempo que estuvo en la casa de Potifar hasta que fué echado a la cárcel también Dios habla todo un capítulo (Gen 39).
Del tiempo que estuvo en la cárcel hasta que el copero se olvidó de él, Dios también habla todo un capítulo (Gen 40).
Pero de los dos años que transcurrieron entre que el copero se olvidó de él y el día que Faraón lo mandó a llamar, no se dice absolutamente nada en la Biblia (de hecho, ese período de tiempo se lo salta en un cambio de versículo y de capítulo, en otras palabras, nada que valiera la pena de relatar en dos años: monotonía, rutina, tiempo "plano", sin emociones, sin actividades extraordinarias. Días para pensar que Dios se había olvidado también, que ya no iba a suceder nada, que el sueño que Dios le había dado no se iba a realizar, que el resto de su vida pasaría en la cárcel, etc. Pero la Biblia no nos dice que José se haya desanimado, solo que no pasó nada que hiciera pensar que los planes de Dios estaban avanzando.
Pero de la noche a la mañana, sin que José bajara la guardia un solo día de la monotonía, todo cambió.

En la vida de nosotros puede pasar igual. Pareciera que la monotonía, la rutina, etc., ya se acomodó en nuestras vidas, que ya no hay porque luchar, que todo lo que soñamos o que Dios prometió ya no se va a cumplir, y con ello puede venir la tentación de dejar de luchar, avanzar, seguir creyendo, seguir esperando. En esos momentos nos puede llegar a suceder lo que le sucedió a una nadadora que quería cruzar el Canal de la Mancha.
Se metió al agua en el lado de Francia y comenzó a nadar, pero a medida que nadaba la condiciones del mar iban gradualmente empeorando. Después de un buen número de horas nadando en contra de las condiciones adversas, comenzaron a venir a su mente pensamientos de desánimo y de cansancio. Durante unas tres o cuatro horas más batalló en contra ya no solo de un obstáculo (las condiciones del clima) sino contra uno más (los argumentos de su mente). El horizonte estaba lleno de niebla, no se venía más que los siguientes 10 o quince metros que estaban por delante, lo demás, totalmente oscuro, desconocido, sin horizonte. Entonces, después de mucho nadar y batallar con su mente, se dio por vencida y se subió en la lancha que la acompañaba, que encendió el motor y avanzó por en medio de la niebla hacia adelante. Cincuenta metros después de donde se subió la nadadora, la niebla se terminaba, y se podía ver a unos doscientos o trescientos metros adelante, la playa de Inglaterra, la meta. Lo que quiere decir que la nadadora se había dado por vencida no más de 350 metros antes de llegar a la meta, después de nadar kilómetros y kilómetros. Cuando se dio cuenta se puso a llorar y dijo "si hubiera sabido eso, hubiera echo un último esfuerzo y seguido nadando para llegar a la meta".
En la noche, cuando la oscuridad se pone más densa, más oscura, y hay más silencio, es en la madrugada, cerca del momento cuando el sol va a comenzar a salir. Si estamos luchando desde hace tiempo con algo, no dejemos de "nadar" aunque todo parezca nublado o densamente oscuro. Es posible que en la siguiente "brazada" lleguemos al final del "túnel" y nos aparezca la luz del cumplimiento del propósito y la bendición de Dios para nosotros.

Seamos como José, consistentes, persistentes, enfocados no en las circunstancias, en la monotonía, en la niebla o en la oscuridad, sino en Dios (Heb 12:1-2) y en el premio del supremo llamamiento de El en Cristo (Fil 3.14). Prosigamos a la meta, hoy está más cerca que cuando comenzamos (Rom 13:11-12). Persistamos hasta el día que Dios decida que terminó nuestra formación y preparación. Los días con Dios, aún en medio de circunstancias que no nos gusten, son para que nos gocemos y nos alegremos en El (Sal 118.24) sabiendo que El está trabajando para el cumplimiento de lo que nos ha ofrecido y de los deseos de nuestro corazón (Sal 37:4).
Además, el día de nuestra "graduación" es el día en que El hará todo hermoso en Su tiempo (Ecle 3:11). Mientras ese día llega, aprovechemos el tiempo para afirmar lo que Dios ya ha trabajado en nosotros, seguir batallando con aquello que aún no ha sido perfeccionado en nosotros, cultivar las relaciones con las personas que nos rodean y bendiciéndolas (quizá alguna de ellas sea el "copero" que Dios va a utilizar para abrirnos las puertas a la promoción de Dios), bendecir el lugar donde estamos ahora aunque no nos guste (quizá ese sea "el Egipto" desde donde Dios nos va a promover).


29 Ene 2010