Estudio Bíblico

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La unidad de la Iglesia.



LA COSMOVISIÓN CRISTIANA BÍBLICA (23).

UNIDAD DE LA IGLESIA.



Introducción.
Los cristianos poseemos una unidad única y excepcional debido a que pertenecemos a Jesucristo (Rom 10:8-10, Jn 1:12).
Así como hay “un Señor, una fe, un bautismo” (Efe 4:5), así también hay solo una Cabeza (Efe 5:23-24) y solamente un Cuerpo (1 Cor 12:12-13).
La unidad de los redimidos no es solamente doctrinal y organizativa sino también de relación y de actitud. Nuestra tarea no es producir, sino reconocer y expresar a través de las relaciones, la unidad espiritual que ya existe en el Cuerpo de Cristo, la Iglesia.
No podemos entender y practicar plenamente la unidad cristiana en tanto que “sepamos en parte, y profeticemos en parte” y “veamos como en un espejo.”
Únicamente expresaremos nuestra unidad de manera perfecta después “que venga lo perfecto” (1 Cor 13:9-12).
Sin embargo, sí esperamos que la unidad del Espíritu por la cual oró Cristo en Jn 17:20-23 incluya un compromiso unificado para vivir bajo el señorío de Cristo expresado en una obediencia a Su Palabra escrita y un compromiso con la doctrina histórica ortodoxa (Rom 10:8-10, Jn 14:21-24. Heb 6:1-2).



La situación presente.
Por mucho tiempo, han sido muchos los cristianos que han aceptado, expresa o tácitamente, como algo normal y/o saludable, e incluso “bíblico,” el que iglesias, pastores y líderes cristianos se ignoren unos a otros, que no practiquen el conocerse personalmente ni el orar unos por otros, y que raras veces se apoyen unos a otros o busquen juntos la voluntad de Dios para su región. Esta deplorable situación debe cambiar.
No proponemos hacer caso omiso de las características distintivas denominacionales o doctrinales, para unir a todas las iglesias bajo una sombrilla organizacional, o para unir toda la vida y ministerio de una congregación con otras iglesias locales.
Jesús dijo, “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado... En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos con los otros” (Jn 13:34, 35).
Por lo tanto, no debemos convertir en un requerimiento para el compañerismo aquello que Dios no haya requerido para ser aceptados “en el Amado” (Efe 1:6).
Pero nuestros ministerios deben reflejar la verdad de que:
Todos somos parte del único Cuerpo de Cristo, sirviendo al mismo Señor, habitado por el mismo Espíritu Santo, y laborando para cumplir la misma Gran Comisión (1 Cor 12:11-20).
Fuimos llamados a poner a un lado nuestras vidas a favor de los demás y a compartir las cargas entre nosotros (Fil 2:3, Gal 6:2).
Fuimos enrolados en la misma batalla poderosa de vida o muerte y de proporciones cósmicas que requiere un frente unido para presentarse firme a favor de la verdad y la justicia de Dios (Efe 3:10, Efe 6:10-20).



Bases de la unidad
La verdadera unidad cristiana debe basarse en un fundamento doctrinal que incluya la doctrina cristiana histórica tal y como está revelada en las Escrituras (Heb 6:1-2) y como se expresa en el Credo de los Apóstoles. La unidad no puede ser expresada y experimentada aparte de un fundamento doctrinal, no puede divorciarse de las verdades fundamentales de la fe cristiana.



Testimonio de unidad
No se puede dar por sentado un testimonio unido y armonioso, y tampoco se puede dar una explicación cómoda a la falta de unidad y la desunión.
Los creyentes necesitamos esforzarnos por presentar un testimonio unido y armonioso ante un mundo escéptico y crítico conformado por no creyentes (Jn 13:35).
Necesitamos evitar las interminables divisiones entre aquellos que creemos en la Biblia. Ellas no complacen a Dios ni benefician Su obra en la tierra (Amos 3.3, Ecle 4:9-12).
El mandamiento de Cristo al testimonio de unidad requiere de nuestra parte que busquemos maneras de disfrutar y emplear nuestra unión con Cristo para Su gloria.
No podemos afirmar la obediencia a este mandamiento de Cristo mientras ignoremos una búsqueda activa de maneras y formas para manifestar esta unión que tenemos en Cristo.



Compañerismo de unidad
La voluntad de Dios es que los pastores tengan compañerismo con otros líderes cristianos comprometidos con el cristianismo escritural (Gal 2:9) haciendo el esfuerzo de conocerse, orando juntos, discutiendo temas de actualidad que les sean de interés, y desarrollando una relación de amor, confianza y responsabilidad mutua.
No es escritural el que los pastores y otros líderes cristianos permanezcan personal y emocionalmente distantes de otros líderes creyentes en la Biblia (1 Cor 1:10, 1 Cor 11:18, 2 Cor 12:20)
Los pastores y los líderes cristianos en cualquier ciudad o condado local debiesen buscar la voluntad de Dios en cuanto a lo que Él quiere que se haga en su área, y que el patrón escritural normativo para ellos es que hagan esto en medio del compañerismo en lugar de hacerlo de manera independiente.
Ninguna iglesia u organización creyente en la Biblia es capaz de llevar a cabo todo lo que Dios desea que se haga en alguna área dada si otros grupos creyentes en la Biblia ministran en aquel mismo sector (1 Cor 12.1-31)
Es sabio y apropiado para los pastores y líderes temerosos de Dios y de buena reputación (Gal 2:2) conformar una fraternidad local para dar un testimonio unificado de lo que es perjudicial o de lo que es saludable y edificante en su localidad.
Ninguna agencia (o denominación) tiene autoridad para prohibirle a cualquier fraternidad de líderes cristianos el ejercer la responsabilidad que Dios les haya confiado, y tampoco estos líderes pueden, de manera correcta, rehusar la responsabilidad de trabajar juntos contra el mal en cualquier forma (2 Tim 4:16).
Las organizaciones nacionales o estatales que existen para promover el evangelismo o para encontrar soluciones a los males morales sociales y políticos debiesen buscar obtener la cooperación de las fraternidades pastorales locales antes de proceder con sus programas de manera local.
Ningún cristiano y/u organización paraeclesiástica de rango nacional o estatal debería buscar resolver los problemas locales sin recibir la aprobación y cooperación de las fraternidades pastorales existentes (Rom 15:20, 1 Cor 3:6-10).
Dos manifestaciones claras en la Escritura del propósito de Dios para la unidad del Cuerpo de Cristo y su operación son: el pueblo de Israel (el antecedente de la Iglesia en el Antiguo Testamento) y la unidad de las iglesias locales en las ciudades y/o regiones geográficas, manifestada en el Libro de Hechos, las Epístolas, y Apocalípsis.



La unidad del Cuerpo de Cristo.
Jn 19:33: el Cuerpo de Cristo, en la pasión, no fue quebrado, mantuvo su unidad. La iglesia, de frente al cumplimiento del propósito de Dios, necesita evidenciar la unidad en lo esencial, y trabajar junta para alcanzar ese propósito (no es posible que lo malo que no pudo hacer el diablo en la crucificción lo hagamos nosotros, los creyentes en la vida diaria).
La unidad del Cuerpo de Cristo no es una opción, es algo ya realizado espiritualmente al ser Cristo la única cabeza de la Iglesia, que necesita manifestarse en acciones concretas en la realidad del aquí y ahora (Jn 17:20-23), además de que es una necesidad.
Aún cuando algunas cosas –lo mínimo-- podemos hacerlas solos, no es ese el plan de Dios (Gen 2.18). La soledad siempre es un peligro muy grande. El ejemplo de Elías después de derrotar y acabar a los cuatrocientos profetas de Baal lo evidencia (1 Rey 19:1-9).
La reacción del diablo y sus aliados (Jezabel) fue poner en temor a Elías que huye a Horeb (desierto, soledad, destrucción, montaña del terreno seco) y se esconde en una cueva (el diablo busca aislarnos para destruirnos porque sabe que mejores son dos que uno –Ecle 4:9-12— y que unidos somos más fuertes --uno contra mil, dos contra diez mil, --1 Sam 18:7--).
Cada uno de nosotros fue establecido en el Cuerpo como un miembro en particular, con dones y llamados específicos, diferentes de los de los demás, para funcionar como Cuerpo, necesitándonos unos a otros, lo que implica que fuimos diseñados para vivir y funcionar en unidad, en medio de la diversidad (1 Cor 12:4-7, 11, 18, 27-30) y para ser complementarios. Aunque no nos lo parezca o no lo percibamos (zona ciega), somos dependientes los unos de los otros además de que nos necesitamos. La falta de unidad nos empobrece, la unidad nos enriquece.
El hecho de que la Palabra de Dios identifica a la Iglesia con un matrimonio (Efe 5:21-23), una familia (Jn 1:12), un cuerpo (1 Cor 12), enfatiza el principio y el valor de la unidad y del equipo, lo que también es enfatizado por Pablo en relación con la Cena del Señor (1 Cor 11:27-34).
Operar en contra de la unidad o no operar a favor de la unidad implica: comer la cena del Señor indignamente; ser culpables del Cuerpo y la Sangre de Cristo; y o discernir el Cuerpo del Señor, lo que implica juicio para sí, y sus consecuencias: enfermedad, debilidad, y hasta muerte en algunos casos.



Pecados contra la unidad.
Toda acción (o falta de acción) contra la unidad, es un apoyo al reino de las tinieblas, entre ellas, y principalmente:
• La división.
• La pasividad e indiferencia hacia la unidad.
• El chisme, la murmuración, las críticas, los celos, las envidias, la competencia.
• Las enemistades, los pleitos, las contiendas, las disensiones.
• La falta de apoyo y la negligencia hacia la unidad (Prov 10:4).
• El orgullo y la autosuficiencia (no los necesito, hacer de menos a otros, menospreciarlos).
Si no estamos activamente a favor de la unidad, estamos en contra de ella (Mat 12.30, Luc 11:23): la pasividad favorece los planes del diablo, y frena el avance del Reino de Dios.



Rom 12:1-13. Actitudes pro-unidad.
Vrs 2: no conformarnos al mundo en nuestra manera de pensar: celos, envidias, competencia, enemistades, pleitos, contiendas, disensiones, etc. (Gal 5:19-21, obras de la carne), que son lo que edifica el reino de las tinieblas.
Vrs 2: renovar el espíritu de nuestra mente y nuestra mente conforme a la Palabra, para que podamos vivir en la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (la unidad).
Vrs 3: no tener más alto concepto de sí (Prov 12:23, Prov 13:16):
• Menospreciar a otros.
• Tener altivez u orgullo, que Dios resiste y es causa de caída (Sant 4:6).
• Ser sabios en nuestra propia opinión, que es un camino de muerte (Prov 16:25).
Vrs 3; pensar de nosotros con cordura (Fil 2:3-8):
• Estimar a los demás como superiores a nosotros.
• Tener el mismo sentir que Cristo:
• No estimó el ser igual a Dios.
• Se hizo siervo.
Vrs. 9: amor sin fingimiento.
Vrs. 10: amor fraternal, honrándonos y prefiriéndonos unos a otros.
Vrs. 11: diligentes, no perezosos (con respecto a la unidad).
Vrs. 12: gozosos, sufridos, constantes en ella.
Vrs. 13: compartiendo, siendo hospitalarios, sirviéndoles a los demás.
Vrs. 15: gozarnos con los que se gozan; llorar con los que lloran.
Vrs. 16: unánimes, asociándonos con los humildes (no altivos).



Rom 12:14-21. Actitudes ante los problemas de la unidad.
• Vrs. 14: bendecir a los que nos persiguen.
• Vrs. 14: no maldecir (juicio, crítica, chisme, murmuración, etc.).
• Vrs. 17: no pagar a nadie mal por mal.
• Vrs. 18: en lo posible, estar en paz con todos.
• Vrs. 19: no vengarnos (perdonar).
• Vrs. 21: no ser vencido por lo malo, vencer el mal con el bien.


Importancia de la unidad con respecto a la cosmovisión cristiana.
El Cuerpo de Cristo en general, por cuanto tiene una sola cabeza, es una unidad (1 Cor 12:12).
El Cuerpo solo tiene un propósito, cumplir los propósitos de Cristo (Efe 1:9-10, Col 1:20).
Siendo que el propósito de Cristo es que el Reino de Dios sea establecido sobre las naciones (Mat 28.18-20), y siendo que las naciones están divididas o estructuradas por áreas geográficas, el propósito de Cristo se cumplirá en la medida en que las iglesias locales de una zona geográfica determinada se unan alrededor de ese propósito, y de acuerdo a las especialidades en dones, habilidades y capacidades de cada una, se distribuyan el trabajo que requiere que el Reino sea establecido en esa área. Sin la unidad de las iglesias locales dentro de un área geográfica que les es común, no se podrá establecer el Reino en el mayor grado de la posible. Tendremos algunas manifestaciones del Reino, pero entre lo real y lo posible habrá una brecha muy grande.
Obviamente para ello se requiere de un mismo sentir y una misma visión en pos de un único Reino, todo lo cual se desarrolla a partir de ver la realidad y la Biblia en la misma forma en la que la ve Dios, es decir, desde la perspectiva de la Cosmovisión Bíblica. En la medida en que el espíritu de nuestra mente (Efe 4:23) sea el mismo (la cosmovisión de Dios), los acuerdos van a ser más fáciles de construír, establecer, desarrollar y producir resultados para la Gloria de Dios.
En este sentido, la cosmovisión bíblica y el reconocimiento del propósito de Dios que de ella se deriva, no las particularidades doctrinales y denominacionales, es lo que se puede convierte en el elemento unificador de la visión y el trabajo de todas las iglesias dentro de la región, aún cuando en otros aspectos mantengan sus diferencias doctrinales secundarias. Es la práctica de la construcción del Reino desde la perspectiva de Dios, no la teoría de los postulados doctrinales, lo que puede ser la base de la tan esperada unidad de la Iglesia.



BIBLIOGRAFÍA.

Respecto a la Unidad del Cuerpo de Cristo.
www.contra-mundum.org



27 Jun 2009
Referencia: Tema No. 23.