Perlas de la Palabra. Dios ha puesto eternidad en nuestros corazones.
Cuando venimos a este mundo entramos en él con un deseo.
• Un deseo de leche.
• Este deseo está en lo profundo de nuestro ser antes de que tengamos seguridad alguna de que exista.
• Nuestro deseo de leche pasa en el transcurso de la vida.
• Pero encontramos otro deseo en lo profundo de nuestro corazón, otro vacío, otra hambre, pero más profunda.
• Un deseo al cual el mundo no puede responder nunca, más que con imitaciones baratas.
• Anhelamos lo perfecto:
• Un amor perfecto.
• Una felicidad perfecta.
• Un contentamiento perfecto.
• Una paz perfecta.
• Lo que no falle.
• Lo que nunca nos decepcione.
• Lo que nunca envejezca o pase.
• Lo eterno y lo perfecto (Ecl_3:11, Rom_8:22-23).
• Este deseo permanece con nosotros todos los días de nuestra vida.
De la manera que deseábamos la leche al nacer, y la leche existía.
• Así anhelamos lo perfecto porque lo perfecto existe.
• Anhelamos un amor perfecto porque existe un amor perfecto.
• Anhelamos una felicidad perfecta porque existe la felicidad perfecta.
• Deseamos lo eterno porque lo eterno existe.
• El Eterno puso esos deseos en nuestro corazón (Hch_17:26-28 a).
• Para que lo buscáramos.
• Y lo encontráramos.
De la misma manera que nuestro deseo de leche una vez dio testimonio de que, aunque no la habíamos visto, la leche existía.
• Ahora el deseo que hay en nuestro corazón de la perfecto, lo eterno, del cielo, da testimonio de que, aunque no lo hemos visto, el cielo existe.
• El cielo es real.
Aplicación práctica.
• Esos deseos de lo perfecto, de lo eterno, no tenemos por qué ahogarlos, desecharlos, pretender eliminarlos de nuestra vida como si no existieran.
• En lugar de ello, todos esos deseos, sean cuales sean por lo perfecto y por lo eterno, unámoslos a Él, llevémoslos a Él y recibamos de Él su llenura.
• Y todo comienza uniéndonos nosotros a Él.
• Él nos conducirá, poco a poco, por el camino de alcanzarlos (Jer_29:11, Pro_4:18, Fil_1:6).
• Un deseo de leche.
• Este deseo está en lo profundo de nuestro ser antes de que tengamos seguridad alguna de que exista.
• Nuestro deseo de leche pasa en el transcurso de la vida.
• Pero encontramos otro deseo en lo profundo de nuestro corazón, otro vacío, otra hambre, pero más profunda.
• Un deseo al cual el mundo no puede responder nunca, más que con imitaciones baratas.
• Anhelamos lo perfecto:
• Un amor perfecto.
• Una felicidad perfecta.
• Un contentamiento perfecto.
• Una paz perfecta.
• Lo que no falle.
• Lo que nunca nos decepcione.
• Lo que nunca envejezca o pase.
• Lo eterno y lo perfecto (Ecl_3:11, Rom_8:22-23).
• Este deseo permanece con nosotros todos los días de nuestra vida.
De la manera que deseábamos la leche al nacer, y la leche existía.
• Así anhelamos lo perfecto porque lo perfecto existe.
• Anhelamos un amor perfecto porque existe un amor perfecto.
• Anhelamos una felicidad perfecta porque existe la felicidad perfecta.
• Deseamos lo eterno porque lo eterno existe.
• El Eterno puso esos deseos en nuestro corazón (Hch_17:26-28 a).
• Para que lo buscáramos.
• Y lo encontráramos.
De la misma manera que nuestro deseo de leche una vez dio testimonio de que, aunque no la habíamos visto, la leche existía.
• Ahora el deseo que hay en nuestro corazón de la perfecto, lo eterno, del cielo, da testimonio de que, aunque no lo hemos visto, el cielo existe.
• El cielo es real.
Aplicación práctica.
• Esos deseos de lo perfecto, de lo eterno, no tenemos por qué ahogarlos, desecharlos, pretender eliminarlos de nuestra vida como si no existieran.
• En lugar de ello, todos esos deseos, sean cuales sean por lo perfecto y por lo eterno, unámoslos a Él, llevémoslos a Él y recibamos de Él su llenura.
• Y todo comienza uniéndonos nosotros a Él.
• Él nos conducirá, poco a poco, por el camino de alcanzarlos (Jer_29:11, Pro_4:18, Fil_1:6).
26
Ene
2024