Estudio Bíblico

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Un amor que sobrepasa todo entendimiento.



Jua_8:1-11.

(1) Una mujer sorprendida en adulterio: era una mujer casada, sorprendida en un pecado flagrante, a la cual, según la ley, había que lapidarla (muerte por apedreamiento, junto con el hombre que había adulterado con ella).
Todos nosotros hemos sido adúlteros, porque estando ligados a Cristo por nuestra confesión de reconocimiento de Su Señorío hemos amado más las cosas del mundo que a Cristo, que a Su Palabra, que al Espíritu Santo y que al Padre.

(2) Poniéndola en medio: avergonzándola delante de toda la gente, atemorizada porque sabía que iba a morir apedreada.
Nuestros pecados nos llevan a ser acusados, avergonzados, atemorizados, en primer lugar, por el diablo, y cuando salen a luz, por los demás, como si ellos fueran perfectos, inmaculados. Sin embargo, Jesús no nos acusa, ni condena, ni juzga. Él nos perdona cuando venimos a Él con corazón arrepentido y humillado (Sal_51:17)

(3) Todos por nuestros pecados, antes o después de conocer al Señor, mereceríamos la muerte, no importa la clase de pecado que hayamos cometido, porque la paga del pecado es muerte (Rom_6:23).
Pero en Cristo Jesús tenemos como dádiva, don, regalo, gracia, el perdón de pecados y vida eterna (Rom_6:23).

(4) Él no niega la ley, pero sobre ella aplica una ley más alta: El amor, la misericordia, la gracia.
Cuando nos volvemos a Cristo y somos hechos hijos de Dios, la misericordia triunfa sobre la maldición de la ley y sobre el juicio.
Stg_2:13. Gal_3:13-14. Col

(5) Todos ellos en ese mismo momento estaban pecando, en primer lugar, porque estaban incumpliendo la ley tal como había sido dada por Dios. Lev_20:10.
¿Dónde estaba el hombre con el que había sido sorprendida?
A pesar de que estaban en pecado también, Jesús no los acusa, ni juzga, ni condena. Solo les recuerda que ellos, al igual que la mujer sorprendida en adulterio, necesitaban también de arrepentimiento y de misericordia delante del Señor.

(6) Nosotros no deberíamos acusar a nadie, por culpable que sea, porque igualmente nosotros también somos pecadores como ellos (aunque sea diferente pecado: pecado es pecado).
Jesús no vino a condenar, avergonzar, atemorizar, juzgar a nadie. Él vino a salvar a todo aquel que quiere salvación (todos la necesitamos pero no todos la queremos y buscamos, Jua_3:16-20).
Somos llamados a restaurar, no a condenar, avergonzar, atemorizar, etc., (Gal_6:1).

(7) De la misma manera, los que somos salvos, cuando estemos delante del Señor ya sea en el arrebatamiento o en el día de nuestra partida para estar con Él, cada uno de nuestros acusadores delante del Padre saldrán avergonzados y sin lograr su objetivo, principalmente los demonios.
Cristo es nuestro abogado defensor, el que nos justifica, (1Jn_1:9, Rom_8:33-34)

(8) Los momentos en los que estamos solos con el Padre, es cuando vamos a experimentar esos tiempos más maravillosos de nuestra relación con Él, de ser Sus hijos.
Cnt_2:3-4. Cnt_2:14.
Por el otro lado, el perdón de nuestros pecados, es un factor determinante en la dimensión de nuestro amor por el Señor (muchos de nosotros no hemos dimensioado ni mínimamente de todo lo que Dios nos perdonó).
1Jn_4:19. Luc_7:44-47.

(9) En medio de nuestra imperfección (aunque no hay excusa para mantenernos allí), ni el Señor nos condena, más bien nos reivindica (la que había sido rechazada y acusada es aceptada y perdonada) y nos da una nueva oportunidad ("Vete, y no peques más").
Pero ojo: Él espera que enderecemos nuestros caminos (arrepentimiento genuino, no del diente al labio) porque la reiteración de nuestras faltas no nos aleja de Su amor pero nos mete en la dimensión de Su disciplina amorosa.
El Señor tiene una fe inquebrantable en nosotros (mucho mayor que la nuestra) y Su fe verá el resultado (Sal_138:8, Fil_1:6).
Aún cuando nosotros nos demos por vencidos con nosotros mismos o con otros, Dios nuestro Padre no se dará por vencido con nosotros.
Él nos ama y cree en nosotros mucho más que nosotros mismos. Y por ese amor y es fe que Él tiene en nosotros, nosotros deberíamos amarlo más cada día y no defraudarlo viviendo vidas para el mundo, sino agradarlo en todo lo que hagamos.

(10) Una cosa extraordinaria es que Jesús perdonó y no condenó de ninguna manera a esa mujer a pesar de que su pecado era uno de los pecados por los que Jesús sufriría todo su martirio en la Cruz del Calvario.

Conclusión.
El amor de Dios es algo que no podemos entender, solo podemos experimentar, disfrutar, acogernos a Él.
No tiene explicación, no tiene logica, no tiene sentido, porque no es un amor "porque" sino un amor "aunque".

17 Mar 2022