Estudio Bíblico

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Hombres que son hombres.



Introducción.

El Señor Jesucristo, en la Cruz del Calvario, no solo pagó para nosotros el perdón de pecados y la vida eterna futura, sino que también el que desde el momento en que fuéramos salvos y por todo el tiempo que durara nuestra vida en la tierra, tuviéramos vida y vida en abundancia (Jn 10:10).
Pero para poder vivir esa vida abundante es necesario que renovemos no solo nuestra mente (Rom 12:2), sino que nos alineemos al orden de Dios.
Y ello implica al orden de Dios en nuestra vida personal, matrimonial, familiar, laboral, financiera, etc. Y el tema que vamos a tratar en este estudio es el del orden en la vida matrimonial, que es el fundamento del orden de la vida familiar.

En el Sal 133:1-3 el Señor establece un orden general del canal de bendición de Él hacia nosotros, usando la figura de un ser humano. El de que la bendición inicia en la cabeza, se derrama por las barbas y sigue hasta las vestiduras:
“¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía! Es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras; como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion; porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna.”


El orden de Dios en la familia.

Cuando Dios diseñó la familia lo hizo con un orden definido: primero creo al varón y después a la mujer, a quién formó a partir de una costilla de Adán. En la Palabra de Dios vemos que Dios primero establece la autoridad y después a los seguidores:
• El pueblo de Israel: primero establece a Abraham como la cabeza y después a todos los descendientes que formarían el pueblo de Israel.
• Cuando Dios va a liberar al pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto primero establece a Moisés como cabeza y después lo envía a liberar al pueblo.
• Cuando reconstruye los muros de Jerusalén, primero levanta a Nehemías y después a los seguidores que le acompañarían en la reconstrucción.
• Cuando Dios da una visión se la da a quién va a dirigir su implementación, que la escribe y la comunica para que todos aquellos que son llamados a seguirla corran tras ella.
• La Iglesia: primero establece a Cristo como cabeza y después a los discípulos.
• Y en el caso de la familia, también Dios lo hizo así: primero creo a Adán y después a Eva.

Si bien en Gen 1:27-28 Dios nos da un panorama general sobre la creación del ser humano, para enfatizar sobre la igualdad en valor y complementariedad de ambos, que se reafirma en la Cruz del Calvario cuando Cristo paga el mismísimo precio por la redención del hombre como de la mujer, en Gen 2:21-24 Dios establece un orden de precedencia para enfatizar responsabilidad y funciones, creando primero al hombre y formando en segundo lugar a la mujer:
• Gen 1:27-28. “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.”
• Gen 2:21-24. “Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.”

Notemos que en el plan original de Dios, Él formó a Eva de la costilla del hombre, que sacó de un costado de él. Ello es bien significativo: no la tomó de la cabeza para que ella fuera jefe del hombre y se enseñoreara de él, ni la sacó de los pies para que le sirviera de alfombra y la maltratara y/o menospreciara, enseñoreándose de ella.


El efecto de la caída sobre el orden de Dios.

En este punto tenemos que recordar también que como consecuencia de la caída, sobre la unión del hombre y la mujer, perfecta hasta antes del pecado, recayó una maldición, la de Gen 3:16: ” A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.”

El deseo de la mujer y el enseñoreamiento del hombre al que se refiere este pasaje no se relaciona principalmente con lo sexual, aunque lo incluye, sino más bien a una cuestión de autoridad: así como Eva quiso (y logró) mandar a Adán en el asunto de comer del fruto prohibido, así iba a querer hacer la mujer con el hombre en toda circunstancia como resultado de la naturaleza pecaminosa que entró en la humanidad como resultado de la caída, usurpando el papel de autoridad del hombre (que en esencia es la semilla del feminismo), y como resultado de la misma naturaleza pecaminosa ahora en el ser humano, el hombre se iba a enseñorear sobre ella (que en esencia es la semilla del machismo).

Cuando el hombre no asume la posición de liderazgo que le corresponde, está escapando a la responsabilidad que Dios le ha dado, y por ende, no solo peca él sino que causa que la mujer peque también al rescatar y asumir esa responsabilidad, usurpando el papel del hombre, que fue lo que pasó en el Jardín del Edén: Adán no asumió su rol de autoridad (porque si lo hubiera asumido Eva hubiera ido con él a consultarle antes de comer del fruto), en consecuencia Eva tomó la autoridad y la decisión, comió del fruto y le dio (prácticamente, ordenó) a Adán para que comiera.

Hoy vemos exacerbada esa batalla (disimulada o directa) en la humanidad caída, que en alguna medida también ha permeado la iglesia del Señor Jesucristo, y que en la Biblia está representada por el espíritu de Jezabel (manipulación y control), tal como la misma Biblia lo profetiza en Apo 2:20-23: “Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos. Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación. He aquí, yo la arrojo en cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella. Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras.”

En el mundo esa lucha está representada en la promoción de la ideología de género, que se inició en los años 90 en la promoción de los “derechos de la mujer” (y que posteriormente, dado su éxito, comenzó a incluir los derechos de la comunidad LGTBI y que ahora incorpora los derechos de otros grupos), la “salud reproductiva” (derecho al aborto), la equidad de género, etc., y en una batalla constante para denigrar y socavar el rol de los hombres como cabezas de la familia, maximizando el hecho de que algunos hombres son abusadores, violentos, agresivos, irresponsables, etc., y minimizando el hecho de que también hay mujeres que manifiestan esas características, generando un paradigma social de que la mujer es la víctima y el hombre el victimario, y si la mujer en algún momento es víctima ello se debe a que se está defendiendo del machismo, discriminación y opresión tradicional, y generando en los hombre en general un sentimiento de temor de asumir su rol para no ser acusados de esas características, culpa, falta de identidad, etc.

En la Iglesia, dado que muchas mujeres antes de ser creyentes fueron feministas en menor o mayor medida, y por la falta de énfasis y enseñanza en la necesidad de renovar la mente y los patrones de conducta que heredamos del mundo, y un énfasis en el poder, la autoridad, los dones, el ministerio, etc., esa ideología se ha “espiritualizado” en cierto forma manifestándose en diversas enseñanzas erróneas, sutiles, pero igual, equivocadas de las cuales mencionaré algunas, las más relevantes, aunque ello implique que se pueda levantar un vendaval de ataques en contra nuestra (como la de ser legalista, machista, fundamentalista, retrógrado, etc.).

Como preámbulo a mencionar esas doctrinas, hemos de a lo anterior, hemos aclarar que reconocemos el ministerio, los dones, y el llamado de la mujer, cuando son genuinos y están bajo el orden de Dios. No tenemos ningún problema con ello, porque la misma Biblia menciona ejemplos de mujeres que tuvieron esos llamamientos genuinos como Ester, Débora, María la hermana de Aaron, Ana mencionada en Luc 2:36, las hijas de Felipe el Evangelista (Hch 21:8-9), Priscila (Hch 18:2, Rom 16:3, 1 Cor 16-19), etc.

Algunas de esas enseñanzas erróneas son:
• La de que ser esposo es ser uno solo (ser una sola carne no es ser una sola persona, lo que se logra solamente cuando un hombre y una mujer mueren a su yo, y ya no viven ellos sino Cristo en ello, Jn 17:21).
• La de que si bien el hombre es la cabeza la mujer es el cuello que lo sostiene (que es una variante del refrán popular, pero no necesariamente cierto, de que detrás de un gran hombre hay una gran mujer, lo que la Biblia no refrenda en todos los casos –Pablo, Moisés, Job, para solo mencionar algunos).
• Que en la iglesia si el hombre es el pastor (llamado por Dios, por el hecho de ser una sola carne –que es una cuestión física, no espiritual—) entonces la esposa del pastor automáticamente es la pastora, con lo cual se sustituye el llamamiento de Dios (Efe 4:8-11, Hch 13:1-2) por el llamamiento por una relación humana. Con esto no queremos decir que la esposa del pastor no sea su ayuda idónea en el ministerio y no se implique en él, pero son dos cosas diferentes ser la ayuda idónea del pastor y servir en la iglesia, que ser la pastora. Valga decir que si bien algunas mujeres asumen gustosamente, y hasta buscan el rol de pastoras sin el llamamiento de Dios, una buena cantidad de las esposas de pastores, que han sido nombradas pastoras por la costumbre o la iglesia, sufren emocional y espiritualmente, al verse obligadas a asumir un llamado que no tienen y para el que no están equipadas,
• Y y más recientemente la moda de, que si el hombre es apóstol, entonces la mujer es profeta (el profeta da la dirección de Dios y el apóstol la implementa), poniendo de esa manera muy sutil al hombre en la posición de subordinado de la esposa (ninguno de los apóstoles originales menciona la Biblia que la esposa fuera profeta, ni de los apóstoles del Espíritu levantados posteriormente como Pablo, Timoteo, etc.).
• El énfasis en el ministerio de la mujer (sin que se le de igual énfasis al ministerio del hombre) y que sutilmente se promueve como independiente de la autoridad de un varón.
• La cantidad de seminarios,, talleres, reuniones, etc., solo para mujeres (sin presencia ni cobertura de ministros hombres) en los que a la mujer se le bombardea con el mensaje de que ella es “una princesa de Dios”, que tiene autoridad y poder, que tiene dones, etc., lo cual es cierto, pero sin hacer énfasis en la enseñanza bíblica de que ella debe estar sujeta formal y realmente a su autoridad masculina (esposo y/o pastor si no tiene esposo).
• Etc.



Retomando el orden de Dios.

Para retornar al plan de Dios, y poder alinear a las familias al orden de Dios para que alcancen una mayor plenitud y abundancia de vida, es necesario entender lo que significa la autoridad implicada en el hecho de que Dios haya formado al hombre primero, ya que ello tipifica el tipo de autoridad de la que estamos hablando que tiene el hombre como cabeza, y configura también la sujeción de la mujer de la que habla la Biblia.

Si vamos a retomar el orden de Dios necesitamos entender que ser hombre no es cuestión de biología, de sexo, como lo pinta el mundo, sino que es cuestión de carácter como nos lo enseña la Biblia, de tener el carácter de Cristo, y por ende, nuestra primera tarea entonces es morir a nosotros mismos (ser discípulos de Cristo) para amar como Él ama y para liderar como Él lidera (Efe 5:21-33, Mat 16:24, Luc 9:23).

Dios antes de darle a Adán su esposa, le mandó a trabajar, y de hecho le puso trabajo directamente:
• Gen 2:15: “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase.”
• Gen 2:19-20. “Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ése es su nombre. 20Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él.

Ello implica que el hombre, antes de tener esposa y familia, debe aprender a trabajar y generar ingresos para sostener a su familia, porque él tiene el rol asignado por Dios de proveedor de su familia:
• 1 Tim 5:8. “porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.”

Para proveer eficientemente para su casa el hombre necesita prepararse lo mejor que pueda educacionalmente y en habilidades, pero también trabajar diligentemente. La Palabra de Dios dice que la mano del diligente enriquece pero la del negligente empobrece (Prov 10:4) y que en el barbecho (campo) del pobre hay abundancia de pan pero se pierde por falta de sabiduría (Prov 13:23). Entonces necesitamos trabajar diligentemente y con sabiduría..

En la realidad actual tenemos un problema: por el desorden y la desviación del plan de Dios para la humanidad que provocó la caída, en el mundo comenzó a imperar la codicia, el amor al dinero, que es la raíz de todos los males (1 Tim 6:9-10), codicia que se ha exacerbado en los tiempos actuales (al punto que es el motor que mueve al mundo en todos los ámbitos hoy, y que lo moverá en la tribulación, como lo evidencia que la marca de la bestia será necesaria para comprar y vender en ese tiempo, Apo 13:17). Por ello hoy, el dinero no alcanza en muchas familias para cubrir las necesidades básicas, aunque en una gran mayoría, las necesidades de mayor comodidad y de gustos (que el mundo nos ha vendido como necesidades), obligando con ello no solo al hombre sino también a la mujer a salir de su casa para realizar largas jornadas de trabajo, con lo cual se ha descuidado en muchos casos la educación y la formación de los hijos, tanto directa del padre, como del apoyo de la madre en esa tarea. Y ante ello, los hijos son educados por la educación secular del gobierno en las escuelas y por la televisión (que están grandemente influidas por el humanismo secular ateo, que es la ideología del anticristo). De ello deriva la necesidad de que revisemos nuestro uso del dinero para evitar que la codicia nos mueva y con ello disminuyan nuestras necesidades de dinero, trabajar los hombres diligente y sabiamente para incrementar los ingresos de la familia y con esas dos cosas liberar a la mujer de trabajar largas jornadas de trabajo fuera de casa, y que como la mujer virtuosa, sin dejar de administrar su casa y cuidar de sus hijos y de su marido, en sus tiempos libres, pueda hacer negocios que contribuyan a incrementar el bienestar del hogar, pero sin que ella sea su tarea primordial, sino una labor complementaria, tal como lo enseña Prov 31:10-31 (el pasaje de la mujer virtuosa).

Sin embargo, el rol de proveedor se extiende más allá de lo económico y lo material, porque tanto la esposa como los hijos no son “ganado de engorde” solo para ser alimentados y provistos de lo material. Implica también el ser una persona conocedora de Dios para atender todas las necesidades físicas, emocionales y espirituales de su familia, por cuanto todos los seres humanos somos espíritu, alma y cuerpo (1 Tes 5:23). De hecho, en la Palabra de Dios hay un libro entero escrito por un padre para formar a su hijo tanto en lo emocional como en lo espiritual: el Libro de Proverbios, lo que nos indica la importancia que Dios le da a ese rol implicado en la autoridad del varón, también atestiguado en otros pasajes de la Escritura:
• Deut 6:6-9. “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.”
• 1 Cor 14:35. “Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable (pregunte, interrumpiendo la enseñanza o la prédica) en la congregación.

Esto es así porque el rol de la autoridad es cuidar y labrar toda la creación que le ha sido asignada (incluyendo a su familia, Gen 2:15). Y cuidar y labrar implica desarrollarlos tanto en lo físico, como en lo emocional y lo espiritual (fructificar, multiplicar, llenar, Gen 1:28). Y por ello el hombre necesita ser un varón de Dios, conocedor de la Palabra (que no solo nos rebela a Dios y Su plan perfecto para cada uno, sino también es sanadora de los problemas emocionales que todo ser humano enfrentamos (Heb 4:12, 1 Tim 3:16-17, 2 Cor 10:3-5). Así como somos primeros en creación y primeros en bendición, necesitamos ser:
• Primeros en responsabilidad y en el estudio de la Palabra.
• Primeros en rendición, en oración y en adoración.
• Primeros en servicio.
• Primeros en fe y en ejemplo para deshacer las obras del diablo en nuestras vidas derribando las fortalezas, argumentos y mentiras que nos impiden el conocimiento de Dios y llevando cautivos nuestros pensamientos a la obediencia a Cristo.

Dentro de este rol de autoridad de ser un colaborador de Dios en la formación de su esposa e hijos, parte de esa formación es modelar el carácter de Cristo para ellos. Esta es una responsabilidad de cada cristiano, pero el hombre, como cabeza de su hogar, debe liderar esa formación con el ejemplo (Rom 8.29, 2 Cor 3:18) y ello solo puede suceder si los primeros que nos rendimos al Espíritu Santo y a la Palabra para que el carácter de Cristo sea formado en nosotros somos nosotros. No podemos pedir de otros lo que nosotros no hacemos.

La modelación del carácter de Cristo hacia su familia implica el ejercicio de una autoridad de amor, (misericordia, gracia, corrección) como la que Dios ejerce hacia nosotros. No es una autoridad impositiva, dictatorial, abusiva, manipuladora ni controladora, ni que produzca temor. Es una autoridad ejercida en amor, por ello el énfasis de Efe 5:21-33 en que los esposos amen a sus esposas, de la misma manera que Cristo ama a la iglesia y se dio así mismo por ella. Esa autoridad de amor se traduce en servicio, tal como el mismo Cristo enseña en Mar 10:42-45:
• “Mas Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.”

La autoridad en amor no es una cuestión de emociones, sentimientos, pasión (que las implica, pero que no son su componente primordial), sino que es cuestión de dar nuestra vida por el otro, cuidar y desarrollar al otro, tal como lo hizo y lo hace Cristo por nosotros (Jn 3:16). Es una autoridad que cubre multitud de faltas (Sant 5:20), pero que también corrige (Heb 12:7-8), pero una corrección en amor, no en ira ni venganza, que usa la vara como último recurso, no como primero, que enseña, instruye, adiestra, retroalimenta, acompaña, explica, etc., y que solo aplica la vara cuando se trata de necedad, no de falta de conocimiento, habilidad, entendimiento, etc. La autoridad al estilo de Dios no es una autoridad para hacer lo que se nos da la gana, sino para que asumamos la responsabilidad de echarlos a las espaldas a nuestra familias para guiarlas hacia una mejor calidad de vida en Cristo y en amor (no legalistamente, sino en amor, porque el perfecto amor de la gracia, hecha fuera el temor del legalismo, 1 Jn 4:18). Una autoridad que no se considera superior, y que no exige la sumisión como una posición de inferioridad.

Una autoridad que trate a la mujer y a los hijos como vasos más frágiles (1 Ped 3:7), entendiendo que una de las labores de nosotros como cabezas, de la misma forma que Dios lo hace con nosotros por el Espíritu Santo, es que los ayudemos a guardar sus corazones en amor, porque de ellos mana la vida (Prov 4:23).

También de lo que rodeó la creación de Adán encontramos otro principio que nos es útil para recuperar el orden de Dios en la familia. Fue a Adán a quién Dios le dio la visión y las instrucciones para la familia (Gen 2:15-17) para que él se las trasladara a su familia: dirección, instrucción, enseñanza, activación, habilitación, etc. Nosotros los hombres, como cabeza de la familia, debemos ser los que obtengamos de Dios la dirección para la nuestra, y la transmitamos a nuestra esposa y a nuestros hijos para que corran con ella. La visión y la dirección sabia son esenciales en cualquier emprendimiento que tengamos, cuanto más en la familia, nuestro principal emprendimiento delante de Dios:
• Prov 29:2. “Sin profecía (visión del futuro) el pueblo se desenfrena; mas el que guarda la ley (la Palabra, la Palabra profética) es bienaventurado.”
• Prov 20:18. “Los pensamientos con el consejo se ordenan; Y con dirección sabia se hace la guerra.

Una de las razones por las cuales el Cuerpo de Cristo está dividido, y la nación está dividida, es porque no tenemos una visión de Iglesia que abarque a todas las iglesias, sino que en lugar de lo que nos une, nos fijamos en lo que nos separa, y de esa manera perdemos efectividad. Y en cuanto a la nación, sucede lo mismo solo que en otra cuestión: somos, por definición constitucional, una nación pluricultural (varias culturas), multiétnica (varias razas) y multilingüe (varios idiomas), o sea, una nación divida por cultura, raza y lenguaje, sin una visión de país, sino cada uno “jalando” por su lado y para su conveniencia, en detrimento de los demás.

La pregunta que nos debemos hacer como cabezas de familia es: ¿Tenemos realmente una visión de familia, sabemos claramente donde vamos a vivir, cuantos hijos vamos a tener, donde los vamos a educar, hacia donde los vamos a orientar, etc.? La Palabra nos enseña en el Sal 127:3-5, que nuestros hijos son como flechas, siendo nosotros los arqueros. El destino de las flechas lo dirige el arquero, es decir, nosotros vamos a determinar la dirección que nuestros hijos tomen en la vida. ¿Estamos conscientes de ello? ¿Nos estamos enfocando en darles la dirección correcta de acuerdo al propósito de Dios para sus vidas?


Conclusiones.

Para llegar a ser hombres (biología) que verdaderamente sean hombres (carácter), necesitamos retornar al plan de Dios para el hombre, para que tanto nosotros como nuestras familias vivan en la vida abundante que Cristo pagó para nosotros en la Cruz del Calvario (Jn 10:10, Sal 133:6), lo que abarca, por lo menos, los siguientes puntos:
• Volvernos a Dios de todo corazón, con todo nuestro ser (2 Cro 7:14, Hch 3:19), y alejarnos del machismo tan característico de nuestras sociedades, ayudando a nuestras esposas e hijas a apartarse del feminismo mediante nuestro ejemplo de servicio amoroso (Efe 5:21-33).
• Ser estudiosos, conocedores, entendidos y practicantes de la Palabra (Mat 7:24-25, Mat 13:23).
• Mantener una comunión constante con el Señor y con Su Espíritu Santo para ser guiados por Él y recibir toda la ayuda que necesitamos para ser verdaderamente hombres (Rom 8:26a).
• Negarnos a nosotros mismos para que Su Carácter sea formado en nosotros (Luc 9:23, Mat 16:24).
• Trabajar diligentemente y con sabiduría para proveer eficazmente para nuestra familia (Prov 10:4, Prov 13:23).
• Proveer no solo lo material sino también lo emocional y lo espiritual que requiere nuestra esposa y nuestros hijos para que sus vidas vayan en aumento en el Señor así como va en aumento como la luz de la aurora (Prov 4:18).
• Guardar, sanar y restaurar el corazón de nuestra familia (Prov 4:23, Luc 4:18-19).
• Ejercer la autoridad que Dios nos ha dado como cabezas de familia, en amor y servicio, y tratando a nuestra esposa e hijos, como vasos más frágiles (Mar 10:42-45, 1 Ped 3:7).
• Proveer a nuestras familias de visión y dirección sabia (Prov 29:18, Provb 20:18).



22 Dic 2018
Referencia: Hombría.