Estudio Bíblico

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La oración, un privilegio.



La oración es un tremendo privilegio que Dios nos da de comunicarnos con Él. Privilegio que venía implícito en la creación del hombre y la mujer. La comunión, que es el producto derivado de la comunicación (la oración), solo puede darse entre seres semejantes. Por ello Dios crea al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza. El deseo implícito de Diosw era tener comunión con ellos. Dios es amor y el amor pleno solo puede ser entre semejantes.

Una vez que el ser humano cayó en el pecado, la comunión entre Dios y el ser humano se vió afectada porque nuestros pecados hacen división entre nosotros y Dios.

Isa 59:1-2. "He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír."

De esa cuenta, aunque por la imagen de Dios que aún permanece en el ser humano, los pecadores sientan eventualmente la necesidad de orar, principalmente cuando se encuentran en problemas, y aún Dios, por misericordia pueda responder a esa oración, ello no implica que Dios se agrade de esa oración ni del pecador, sino que en su benignidad y paciencia, Dios los atrae con lazos de amor para ver si finalmente se arrepienten. Necesitamos entender que el objetivo primario de la oración no es pedirle a Dios su intervención en nuestras vidas y obtener nuestros deseos, sino la comunión íntima.

Prov 15:8. "El sacrificio de los impíos es abominación a Jehová; mas la oración de los rectos es su gozo."

Prov 15:29. "Jehová está lejos de los impíos; pero él oye la oración de los justos."

Sin embargo, en Cristo Jesús, y al reconocerlo como nuestro Señor y Salvador, ese privilegio es plenamente restaurado, al punto que Dios, en la Persona del Espíritu Santo viene a morar en nosotros y con nosotros y nos hace templos de Su Espíritu Santo para tener comunión constante con nosotros, que Él la anhela:

Sant 4:5-6. "¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes."

Heb 4:16. "Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro."

Por los dos pasajes anteriores podemos darnos cuenta no solo que Dios en Cristo abrió el camino para que nuestra comunión fuera restaurada con Él (la iniciativa la tomó Él) sino que restauró el objetivo de la comunión: que obtuviéramos de Su parte mayores niveles de misericordia y gracia no solo para responder a nuestras peticiones sino en Él conocerlo a Él y alcanzar una mayor plenitud de vida en Él. ¡¡Aleluya!!

Es por ello que la oración, más que un mandamiento --que lo es--, es una necesidad para mantenernos enfocados en lo esencial de la vida (la Persona de Dios, Su Voluntad y Sus propósitos para con nosotros). Es una forma de dejarnos amar por Él, y dejandonos amar y conociéndolo, podamos conocernos a nosotros mismos y entender mucho más del alcance de Su amor y Su gracia para con nosotros y profundizar de esa manera la transformación de nuestros corazones y de nuestra vida para experimentar más de la plenitud de Él. Por experiencia propia puedo dar testimonio de que a través del ejercicio de la verdadera amplitud de la oración, sin haberlo ya alcanzado, es que podemos conocer y penetrar más en la cuatridimensión del amor de Dios y de Cristo que excede a todo conocimiento:

Efe 3:14-19. "Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios."

En el pasaje anterior podemos ver un concepto más amplio de la oración que el simple concepto utilitario manejado por una buena parte del pueblo cristiano, como medio para obtener respuesta a nuestras peticiones, y es el de la oración como un medio para ser fortalecidos con poder en nuestro hombre interior para vencer el deseo de nuestra carne de hacernos amigos del mundo y caminar fuera de la voluntad de Dios siguiendo los deseos de la carne en lugar de los deseos del Espíritu, lo que implica que habite en mayor medida Cristo en nosotros, para ser arraigados y cimentados en amor, para comprender el amor de Dios que excede todo conocimiento y para ser llenos de toda la plenitud de Dios. Al ver esto no podemos más que agradecer al Señor el tremendo privilegio de la oración entendida tal como Él la diseñó.

Por ello afirmamos con plena certeza y convicción que la oración más que un mandamiento es una necesidad del cristiano, una necesidad de nuestra nueva naturaleza que necesita su sustento en la comunión con el Señor porque ella, así como el cuerpo necesita del alimento físico para ser fortalecido, necesita de la comunión con el Señor y de Su Palabra para ser fortalecida y desarrollada:

Mat 4:4. "Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios."

Sal 84:1-2. "¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo."

Sal 42:1-2. "Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?"


Al día de hoy, una buena parte de cristianos ven la oración (y por ello muchos lo enseñan así) como una obligación o una disciplina de la vida cristiana, lo que, por los restos de la mentalidad carnal en nosotros (Jer 17:9), hacen que las personas en el fondo de su corazón consideren la oración como una actividad aburrida, cansada, rutinaria, y la que deben realizar lo más rápidamente posible. Ello se evidencia en el tiempo diario que emplean en la oración y en la asistencia tan baja, mínima, a los servicios y/o actividades de oración.

Que la oración requiere disciplina, por lo menos en el principio de nuestra vida como creyentes, muy probablemente sí porque la carne se opone a todo lo que es del Espíritu y necesitamos disciplinar nuestros pensamientos, pero que sea una disciplina es otra cosa muy diferente. Creo que la clasificación de la oración como una disciplina en lugar de un deleite se debe a una trampa de la mentalidad carnal que nos sigue haciendo pensar que todo lo que Dios ha diseñado para nosotros como un bien, una necesidad y un privilegio es una imposición de Él hacia nosotros, en lugar de una bendición.

Por el otro lado, como ya lo mencionamos anteriormente, la mayoría solo tiene conocimiento de la oración, y generalmente en su práctica lo evidencian, como una actividad "utilitaria" de petición de cosas, bendiciones, soluciones, favores, dones, etc., no como un camino para tener comunión e intimidad con Dios. Y ello también incide en los tiempos de oración que la mayoría tiene con Dios. El tiempo de oración dura tanto como el tiempo que toma presentarle sus peticiones al Señor.

Si bien es cierto que la oración incluye la petición, ello, como lo desarrollaremos más adelante, aunque ya lo manifestamos algunos párrafos arriba, ni es la mayor parte de la oración ni es su beneficio principal. Hay muchas otras cosas que implica la oración, y un sinnúmero de beneficios adicionales, muchos de los cuales desconocemos, que están incluidos en la bendición de la oración.

Otra cosa que manifiesta el desconocimiento acerca de la oración, además de la comprensión estrecha acerca de ella, es que en la mayoría de los casos se le asigna solo un limitado sentido utilitario (pedir y recibir), centrado fundamentalmente en lo terrenal inmediato (necesidades materiales y emocionales, solución de problemas), sin valorar su utilidad para lo eterno.

Es por ello que se hace necesario que conozcamos y entendamos más profundamente el significado, valor, forma, variedad y delicias de la oración, de tal manera que aprovechemos al máximo ese privilegio tan grande que Dios nos ha dejado lo que redundará también en que podamos vivir los beneficios máximos de la oración, no tan solo algunas respuestas a las situaciones de nuestra vida.

Para comenzar, Dios no diseñó la oración para hacernos sentir esclavos de una rutina y/o una disciplina. Dios diseñó la oración para que por ella, una parte del cielo bajara a la tierra, y más específicamente, a la vida, al corazón, de cada uno de nosotros, los que oramos.

El Sal 37:4 nos manifiesta ese diseño hermoso de la oración que hizo nuestro Padre: "Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón. "

La oración, sea cual sea la forma que adopte, nos lleva a la Presencia del Señor. "En la Presencia del Señor hay plenitud de gozo y delicias para siempre" (Sal 16.11). Por lo tanto, la oración debería ser una forma de deleitarnos delante del Señor, un deleite para nosotros. Donde está la Presencia del Señor, allí está el poder de lo sobrenatural, el poder del Amor, supliendo nuestras necesidades ("Él te concederá las peticiones de tu corazón"). Y ello trae más delicia ("el deseo cumplido regocija el alma"; Prov 13:19).





07 Abr 2016