Estudio Bíblico

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Amor y sujeción (apuntes).



AMOR Y SUJECIÓN.



La sujeción de la mujer.
Efe 5:22-33.
Las casadas sujetas a sus maridos (vrs. 22, 24).
Las casadas respeten a sus maridos (vrs. 33).
La sumisión de la esposa a su esposo necesita iniciarse por parte de ella y no porque es demandada por el esposo.
La base de la sumisión es la gracia, no la ley (morir en Cristo).


Definición de sumisión o sujeción.
Es la cualidad del carácter por medio de la cual nos ponemos gozosa y voluntariamente bajo la “cobertura” de otra persona que nos ha sido asignada por Dios como autoridad, para que la bendición que viene de lo alto, espiritual y material, nos alcance.
En la vida cristiana, la verdadera sujeción no lo es a una persona o a un código legal, sino primeramente a Dios, al Espíritu y a la Palabra, y a la persona en la cual el Señor ha delegado autoridad, de tal manera que el Espíritu tome control de nuestra vida y de nuestra relación con esa persona sobre la base de la justicia, la paz, el gozo, la esperanza y el amor.


Los beneficios de la sujeción.
La sujeción fue determinada por Dios como un lugar de protección, de seguridad, de provisión.
Cuando Dios creó a la mujer, se la dio a Adán para que él la protegiera, le proveyera seguridad, dirección, provisión.
Siempre, aún cuando la autoridad no sea creyente, en la sujeción hay una promesa de protección, seguridad y provisión de parte de Dios para aquel que se sujeta (Sal 133, Rom 13:1-7, Efe 5:21-23) que no depende de la persona en autoridad sino de Dios.


Las implicaciones de la sujeción en la mujer (Prov 31:10-31
Honrar a su marido (admirar, levantar, respetar, obedecer).
Halagar con sus palabras (no es hiriente), (Prov 2:16).
Cariñosa (Prov 5:18-19).
Una mujer sensata, interesante, con conocimiento sobre las cosas prácticas de la vida (Prov 9:13).
Una mujer con gracia (cuidadosa de sí misma, interior y exteriormente) y fortaleza (Prov 11:16, Prov 12:4).
Razonable, juiciosa (Prov 11:22).
Servirle (ver por sus necesidades y hacer lo que esté a su alcance para suplirlas).
Cuidar de él y de sus cosas en lo físico y en lo emocional.
Guardar su corazón, y si es necesario, ayudarlo a restaurarlo, sanarlo, liberarlo.
Ser una buena administradora (de la casa, de los bienes familiares, de los empleados en la casa).
Diligente, esforzada, sabia (Prov 14:1), no rencillosa (Prov 19:13), prudente (Prov 19:14, Prov 21:9).


Amor vrs tiranía, sujeción vrs imposición.
Dios creó al varón y a la mujer para que dominarán la tierra (Gen 1:28).
El plan de Dios no implicaba que se dominaran el uno al otro (Ecle 4:9-12).
Combinar las cualidades y las fuerzas de cada uno.
Producir resultados exponenciales más que la suma de los individuales.
El dominio de uno sobre otro es el resultado del pecado (Gen 3:16), no de la voluntad de Dios.
Perdieron la relación (dirección de Dios) en sus vidas.
Perdieron el equilibrio entre ambos (Gen 3:16).
Por creación, el varón necesita probar su fuerza.
Este deseo distorsionado por el pecado lleva al abuso.
Cada vez que abusa de su poder su autoridad pierde legitimidad.
Pero Jesús vino a restaurar lo que se había perdido (Luc 19.10).
Restauración del equilibrio entre el varón y la mujer.
Restauración de relaciones entre ambos.
Esposos: amor; que en Cristo, siempre comienza por la cabeza.
Mujeres: sujeción como un acto de amor y de la voluntad. No puede ser forzada (eso es tiranía, no sujeción).
La tiranía (el abuso de la autoridad) puede ser enfrentada y resistida en Cristo.
Si alguien tiene que pedirle a otro por sus derechos, ello implica una admisión de dominio de uno sobre otro que es contraria al plan de Dios.
Los derechos del varón y la mujer son dados por Dios, son inherentes a la creación y a la imagen de Dios.
Ninguna persona tiene derecho a negárselos a otro.
Menos entre una pareja cristiana.


Ante la tiranía y el abuso.
Si Efe 5:22-33 no se cumple en el matrimonio entre creyentes: Mat 18:15-17:
Primero, reprensión uno a uno.
Segundo, dos o tres testigos.
Tercero, las autoridades de la iglesia.
Si no hay cambio, tenerlo por gentil y publicano (incrédulo), amarlo, además de 1 Cor 7:12-15.
Si el no creyente consiente en vivir con el otro implica:
Aceptar su fe, respeto, honra, cuidado y buen trato.
Entonces el creyente, no lo (la) abandone.
Pero si el no creyente no consiente en vivir con el otro, no está el hermano o la hermana sujetos a servidumbre porque a paz nos llamó el Señor (Heb 12:14-15).
Sepárese, no divorcio:
Si hay riesgo en su integridad personal y la de sus hijos e hijas, sepárese.
Si se separa (por abusos reiterados sin arrepentimiento y frutos de arrepentimiento), quédese sin casar esperando la conversión y arrepentimiento de sus maridos para reconciliarse con ellos.
Siempre, en todo momento, es necesario que cada decisión sea tomada bajo la dirección del Espíritu Santo, con abundancia de consejo sabio y bajo el principio fundamental de que todo es hecho para la reconciliación y restauración (Prov 4:18, Jer 29:11).



24 Mar 2016