Estudio Bíblico

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Módulo 103. Conociendo a Jesús por Sus Nombres.



Tema No. 14. El que nos lavó de nuestros pecados (Apo 1:5).



Lavar, en el lenguaje común está asociado al hecho de limpiar, de liberar a algo de la suciedad.
En la Palabra de Dios, igualmente, el lavamiento se asocia con el concepto de limpieza, y el concepto de limpieza con el de santificación, de tal manera que cuando la Palabra dice que Jesús nos lavó de nuestros pecados significa varias cosas:
• Que Él nos limpio de los pecados que habíamos cometido.
o Somos libres de nuestro pasado, Dios mismo ya no se acordará de ellos (Sal 103:12, Heb 10:17, Miq 7:19).
o Pero como el pecado fue cargado sobre Él
• Que Él nos liberó de las manchas de culpa y contaminación que el pecado deja en el alma y que nada puede quitar a no ser la Sangre de Cristo derramada en la Cruz para satisfacer la justicia divina y comprar nuestra pureza.
o En consecuencia, ese lavamiento también nos limpia y/o libera de la acusación, la culpa, la condenación y la contaminación del pecado (Rom 8:1), cambia nuestra naturaleza de pecadores a hijos e hijas del Santísimo, (1 Ped 1:23, 2 Ped 1:4).
• Contrario al "lavar" que sucede en el mundo natural, el lavamiento de la Sangre de Cristo no nos limpia para volver a ensuciarnos, sino que nos limpia para librarnos de lo que nos hace pecar, nos liberta del poder del pecado (Rom 8:17-18).
o En el griego, la palabra libertar y lavar son muy parecidas; de hecho, en algunos manuscritos antiguos de las Escrituras, "nos lavó de nuestros pecados" se tradujo "nos desató de nuestros pecados".
• Al limpiarnos de nuestros pecados y libertarnos del poder del pecado, dándonos una nueva naturaleza, igualmente nos redimió de la maldición de la ley, y nos abrió el camino para que pudiéramos disfrutar de la bendición de la ley, a pesar de que eventualmente pudiéramos pecar.
o Ello es así porque en esa liberación del poder del pecado también dejó abierto un camino para que pudiéramos encontrar perdón por los pecados futuros
• Ello implica que nos libertó del pecado para siempre en dos formas: de los pecados del pasado, limpiándonos; y además libertándonos del poder del pecado.
o Finalmente, Él nos salvará de la presencia del pecado (Rom 7:24-25)(1 Cor 15:54-57).
• Ese lavamiento es lo que nos garantiza un lugar en Su Reino y en Su servicio.
o Este lavamiento sustituye todo el rito de la purificación por el que debían pasar los sacerdotes que iban a ministrar en el Templo en el Antiguo Testamento, todos los sacerdotes que iban a ministrar en el templo. Necesitamos ser lavados de toda mancha en la Sangre de Cristo, el Cordero Inmolado, antes que podamos servir a Dios debidamente.
• Ahora bien, necesitamos estar conscientes de que esa libertad no fue ni fácil ni barata: NOS LIBERTÓ AL PRECIO DE SU VIDA, Y AL PRECIO DE SU SANGRE DERRAMADA EN LA CRUZ DEL CALVARIO HASTA LA ÚLTIMA GOTA.


"Y esto eráis algunos; más ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados... en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios" (1 Cor 6:11).
• Ese lavamiento ocurre:
o En el Nombre del Señor Jesús: es decir, cuando reconocemos plenamente el Señorío de Cristo no solo sobre todas las cosas, sino principalmente, sobre nosotros mismos, es decir, reconocemos Su Persona, autoridad, gloria y obra.
• Y reconocer el Señorío de Cristo implica nuestra decisión y compromiso de vivir en obediencia a Él, a sus preceptos, a sus estatutos y a sus mandamientos.
o Por el poder del Espíritu Santo. Nada hay en la salvación que hagamos nosotros, a no ser:
• Reconocer que somos pecadores con la consiguiente necesidad de arrepentimiento .
• Esto es hecho por efecto de la revelación de la Ley, la Verdad de Dios en Su Palabra, (Jn 17.17, Efe 5:26), obrada por el Espíritu Santo en nuestros corazones.
• Él convence al mundo de pecado --que somos pecadores--, de justicia --que hemos violado la justicia de Dios-- y de juicio --que somos sujetos de un juicio donde vamos a ser declarados culpables y vamos a ir eternamente al infierno-- (Jn 16:8).
• Una vez que el Espíritu Santos nos convence de ello estamos listos para el siguiente paso en la obra del Espíritu en la salvación: reconocer que necesitamos escapar de la justicia y juicio de Dios, y que por nosotros mismos no lo podemos hacer, que el Único camino para lograrlo es reconociendo a Jesús como nuestro Señor y Salvador. Este paso es también impulsado y producido por el Espíritu en nosotros porque nadie puede llamar a Jesús Señor sino por el Espíritu Santo (1 Cor 12:3).
• Como consecuencia de ese lavamiento, se produce la regeneración y la renovación del Espíritu Santo (Tito 3:5), el nacer de nuevo (2 Cor 5:18), el recibir una nueva naturaleza (1 Ped 1:23, 2 Ped 1:4), que nos permitirá llevar adelante esa nueva manera de vivir, libre del pecado (Efe 5:22-24, Rom 12:1-3).
• Y simultáneamente con todo ello, habiendo sino regenerados y renovados, el Espíritu viene a morar en nosotros para empoderarnos para vencer el pecado (hacer morir las obras de la carne por el Espíritu, Rç 8:13) y amar a Dios cumpliendo sus mandamientos (Jn 14:15-16).





01 Nov 2014