Estudio Bíblico

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El Espíritu Santo: el Casamentero (1a. parte).



"Conociendo al Casamentero, 1ª. Parte.


Introducción.

En la antigüedad, cuando una familia tenía un hijo o hija soltera, por lo general contrataban a una persona para que hiciera los arreglos para su casamiento con la hija o el hijo de otra familia, según correspondiera. Por esa razón a esta persona le llamaban el casamentero, que no solo se encargaba de arreglar las cuestiones formales de la boda (aceptación mutua de la propuesta, detalles de dote, detalles de ceremonia, etc.) sino que también se encargaba de preparar a los dos futuros cónyuges el uno para el otro. Tenemos en la Palabra de Dios un hermoso ejemplo de ello en el Cap. 24 del Libro de Génesis: el siervo de Abraham que fue enviado por este para encontrarle esposa a su hijo Isaac.

Pero antes de iniciar el estudio de este pasaje, necesitamos estudiar Hch 2:17-18, para ponernos en contexto: “Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños; Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.”

Este derramamiento del Espíritu Santo sobre toda carne hay que entenderlo en el contexto de toda la Biblia.

En primer lugar, el derramamiento del Espíritu Santo tiene como requisito que la persona reconozca al Señor Jesucristo como Señor y Salvador. Es en ese momento que el Espíritu Santo viene a morar en nosotros. Jn 14:17. “el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.”

En segundo lugar, el derramamiento del Espíritu Santo requiere que nosotros lo queramos y lo pidamos. Recibir el Espíritu Santo como resultado de la salvación es automático, pero que el Espíritu Santo se derrame en nosotros es a lo que la Palabra de Dios se refiere cuando dice que si nosotros siendo malos sabemos dar buenas dádivas a nuestros hijos, cuanto más el Padre nos dará el Espíritu Santo si se lo pedimos (Luc 11:13).

En tercer lugar, este derramamiento corresponde a una determinada faceta del Espíritu Santo que es el Espíritu profético, el Espíritu para servir en la obra del Señor en los últimos tiempos, que es a su vez un Espíritu de restauración (el Espíritu de Elías, Mal 4:5-6, Mat 17.11).

Este pasaje (Hch 2:17-18) implica que todos los hijos e hijas de Dios podemos ser usados por el Espíritu Santo, pero no todos vamos a ser usados por Él. ¿En qué consiste la diferencia? En primer lugar, Deut 30:19-20 nos enseña que Dios nos da la capacidad de decidir. Él no nos va a imponer algo. Debemos quererlo. En segundo lugar, 2 Tim 2:20-21 nos explica la diferencia: “Pero en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles. Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra.

Como el Espíritu Santo es Santo, Él no va a derramarse (manifestarse más abundantemente) en aquellos que no quieran ser santos, obedientes a Dios, porque la gloria de Dios, que es la manifestación del derramamiento del Espíritu Santo es de tal magnitud que una persona en pecado no la puede soportar. Por ello, en el Antiguo Testamente, cuando el Sumo Sacerdote entraba en el Lugar Santísimo debía santificarse previamente, porque si no lo estaba, al entrar en la presencia de Dios iba a morir (por eso las campanitas en el borde de su vestidura y el lazo en el tobillo, porque si dejaban de sonar las campanas significaba que había muerto delante de la presencia del Señor y como nadie podía entrar al Lugar Santísimo solo él, entonces lo sacaban por medio del lazo amarrado a su tobillo).

En primer lugar, necesitamos estar apartados para Dios (ser salvos) y ser transformados constantemente por el Espíritu Santo. Si lo anhelamos como Él nos anhela, vamos a estar cada vez más cerca de Él, y Su proximidad nos va a santificar cada día más, y ello implica ser transformados, pero esa transformación es con nuestro acuerdo, con nuestra voluntad, porque Dios no nos obliga a ello (Fil 1:6, 1 Tes 5:23).

Este proceso de transformación es lo que la Palabra llama santificación y es la preparación de la novia para su encuentro con el Señor y esta preparación quién la realiza en nosotros es el Espíritu Santo, por ello es que decimos, en una forma gráfica, que el “Casamentero” es el Espíritu Santo; Él es el que nos prepara para ser la Novia que Cristo está buscando.

Una cosa es ser salvos, y otra cosa es ser la novia de Cristo. La Palabra las define claramente como diferentes. Ser salvo significa haber renunciado al pecado, haber renunciado a la potestad de las tinieblas y haber recibido el perdón de pecados. Ser salvo, aunque nos hace parte de la Iglesia no necesariamente nos hace parte de la Novia de Cristo porque la Novia es una Iglesia gloriosa, pura, limpia, santa, sin mancha y sin arruga (Efe 5:26-27). Una es la Iglesia y otra es la Novia. La Novia es aquella parte de la Iglesia que ha entregado totalmente su vida a Cristo y ha estado caminando en la dirección del Espíritu Santo, haciendo morir constantemente las cosas de la carne y estableciendo en su vida las cosas espirituales.


El Espíritu Santo: preparar a la novia para Cristo.
Si la Palabra de Dios nos enseña que el Espíritu Santo nos ha sido enviado por el Padre para que esté con nosotros para siempre, para recordarnos todo lo que Cristo dijo, para guiarnos a toda verdad, para empoderarnos para obedecer la Palabra de Dios, para hacer morir las obras de la carne, para hacernos más que vencedores, para que nada nos separe del amor de Dios, para guiarnos a pensar en las cosas del Espíritu y no en las de la carne, para servirle al Señor, etc., entonces, claramente, el Espíritu Santo es el que nos prepara para ser la Novia de Cristo (si es que así lo deseamos y anhelamos): “... Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. (Efe 5:25-27).

Es en ese sentido que podemos decir sin ningún lugar a dudas que uno de los roles que el Espíritu Santo realiza en esta era de la Iglesia es equivalente al de un casamentero en la antigüedad: prepara a la Novia para el Novio, preparar a la Iglesia para las bodas del Cordero con Cristo.

Hay en la Palabra de Dios un pasaje que describe tanto el trabajo del Espíritu Santo como Casamentero, como también la Novia que Él está buscando para Cristo. Este pasaje es Gen 24, que nos relata el trabajo del criado de Abraham que es enviado por éste para buscar esposa para su hijo Isaac en la tierra de donde procedía Abraham.


Génesis 24: tipología.
En primer lugar, Abraham es tipo del Padre, que envía a su Siervo (tipo del Espíritu Santo) a buscar Novia para su hijo (Rebeca). De hecho, en la Palabra sabemos que el Espíritu Santo es el que nos conduce a reconocer el Señorío de Cristo (1 Cor 12:3) y Quién nos es enviado del Padre (Jn 14:26) para santificarnos (1 Ped 1:2). Recordemos que el Monte Moriah (Gen 22:2) Abraham estuvo dispuesto a dar a su hijo en sacrificio vivo para Dios, de la misma manera que Dios dio a Su Hijo para ser crucificado y de esa manera nuestros pecados fueran perdonados.

En segundo lugar, Isaac es tipo de Cristo, el Hijo, que estuvo dispuesto a ser sacrificio vivo para Dios para el perdón de nuestros pecados en la Cruz, así como Isaac estuvo dispuesto a morir en sacrificio vivo en el Monte Moriah. Cristo, como Isaac (Gen 24:67), va a casarse con la esposa que le escoja el siervo de Su Padre (el Espíritu Santo) en las bodas del Cordero (Apo 19:7-9).

El siervo: tipo del Espíritu Santo. En Gen 24:2 la Palabra describe al siervo de Abraham como el más viejo de su casa que era el que gobernaba en todo lo que tenía, y esto nos apunta directamente a la relación del Espíritu Santo con el Padre: el Espíritu Santo ha estado con el Padre desde la Eternidad y hasta la Eternidad (el más viejo de Su casa), y además de ello gobierna sobre todo lo que es del Padre (el Espíritu Santo es enviado por el Padre a la tierra para gobernar, en Su Nombre, sobre todos los que somos Sus hijos e hijas (guiarnos, enseñarnos, establecer el Señorío de Cristo –el Reino de Dios—en nuestros corazones, hacer Su Voluntad en la tierra como en el cielo, etc.).

Rebeca, como la Novia de Isaac (el Hijo), guiada por el Siervo (el Espíritu Santo) se casa con Isaac. Y la Novia de Cristo es la Iglesia gloriosa, limpia, pura, santa, sin mancha y sin arruga (Efe 5:26-27). En ese sentido, al igual que Prov 31:10-31, Rebeca refleja las características de la Novia que Cristo va a desposar en las Bodas del Cordero, antes de su Segunda Venida para destruir al anticristo, encadenar al diablo y establecer el Reino Milenial, en el que gobernará junto con Su Esposa (la Iglesia, 2 Tim 2:12, Apo 20.6).


La Novia que el Espíritu está preparando (Rebeca).

El Espíritu Santo busca hijos e hijas de Dios que están sedientos de la Presencia de Dios en su vida. No de una Presencia “normal”, “religiosa”, sino de una Presencia dinámica, viva, activa, motivadora. La Palabra nos dice en Gen 24:13-16 que la condición para saber quién era la mujer escogida por Dios para esposa de Isaac era que debía salir a la fuente en busca de agua, ello implica sedienta, y ese estar sediento implica:
• Sal 42:1. “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía.”
• Sal 63:1. “Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, En tierra seca y árida donde no hay aguas,”
• Jn 4:9-10. “La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.”
• Jn 4:14. “mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.”
Ello implica, entonces, estar sediento de Dios, de Cristo, del Espíritu Santo, de Su Palabra, de la comunión con Él, de parecerse a Él, de caminar con Él.

Estar sedientos de Dios es tener un corazón abierto, sensible que atraiga más del Espíritu Santo y que anhele caminar con Él de la misma manera que El nos anhela a nosotros.
• "Y llamaron a Rebeca, y le dijeron: ¿Irás tú con este varón? Y ella respondió: Sí, iré." (Gén 24:58).
• “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?” (Sant 4:4-5).
• “Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.” (Rom 8:12-14).

Estar sedientos de Dios nos lleva a hacer cada día un lugar, cada vez más creciente, para el Espíritu Santo en nuestro corazón
• "y dijo: ¿De quién eres hija? Te ruego que me digas: ¿hay en casa de tu padre lugar donde posemos? Y ella respondió: Soy hija de Betuel hijo de Milca, el cual ella dio a luz a Nacor. Y añadió: También hay en nuestra casa paja y mucho forraje, y lugar para posar . (Gén 24:23-25).
• “Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.” (Efe 5:18-20).

Estar sedientos de Dios implica la disponibilidad para seguir al Espíritu Santo, para hacer la Voluntad de Dios y no la nuestra:
• "El criado le respondió: Quizá la mujer no querrá venir en pos de mí a esta tierra. ¿Volveré, pues, tu hijo a la tierra de donde saliste? Y Abraham le dijo: Guárdate que no vuelvas a mi hijo allá..... Y si la mujer no quisiere venir en pos de ti, serás libre de este mi juramento; solamente que no vuelvas allá a mi hijo." (Gén 24:5-6, 8).
• Mat 7:21. “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.”

La disponibilidad de seguir al Espíritu Santo se refleja en la disponibilidad de entregar nuestra vida entera al Señor, renunciando a nuestra propia vida, planes, agenda, etc., tal como lo hizo Rebeca, porque no es lo mismo entregarle a Dios nuestros pecados que entregarle nuestra vida y corazón enteros.
• "Y llamaron a Rebeca, y le dijeron: ¿Irás tú con este varón? Y ella respondió: Sí, iré." (Gén 24:58).
• “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” (Jn 3:3-5).
• Así como ver y entrar en el Reino de Dios no es lo mismo, nacer de nuevo y nacer del agua y del Espíritu no es lo mismo. Lo primero se refiere a salvación, lo segundo se refiere a la santificación creciente.
• Fil 3:8. “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo,”

Disponibilidad para seguir al Espíritu Santo es no tener motivos ulteriores o escondidos (el deseo de ser bendecido, obtener ventajas económicas, obtener posiciones, auto-estima, orgullo, etc.), para ello y servir en la obra de Dios por amor de la misma manera que Rebeca sirvió al siervo sin saber que posteriormente iba a recibir bendiciones.
• "Ella respondió: Bebe, señor mío; y se dio prisa a bajar su cántaro sobre su mano, y le dio a beber. Y cuando acabó de darle de beber, dijo: También para tus camellos sacaré agua, hasta que acaben de beber. Y se dio prisa, y vació su cántaro en la pila, y corrió otra vez al pozo para sacar agua, y sacó para todos sus camellos. Y el hombre estaba maravillado de ella, callando, para saber si Jehová había prosperado su viaje, o no." (Gén 24:18-21).
• “Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” (Mat 20:25-28).
• Dispuesto a darse a otros (darle agua al siervo y a sus camellos). "Sea, pues, que la doncella a quien yo dijere: Baja tu cántaro, te ruego, para que yo beba, y ella respondiere: Bebe, y también daré de beber a tus camellos; que sea ésta la que tú has destinado para tu siervo Isaac; y en esto conoceré que habrás hecho misericordia con mi señor." (Gén 24:14).

Y todo ello aunque implique a escoger un camino desconocido para el cual no tenemos todas las respuestas, con la confianza puesta en Dios y en que Él está en control y que Él hará lo mejor para nosotros porque Sus planes son de bien para darnos un futuro y una esperanza (Jer 29.11).
• "Entonces se levantó Rebeca y sus doncellas, y montaron en los camellos, y siguieron al hombre; y el criado tomó a Rebeca, y se fue." (Gén 24:61).



26 Dic 2013