Estudio Bíblico

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El poder de las palabras.




La importancia de bendecir, bien decir, bien hablar.
Hay un poder tremendo en lo que hablamos. Lo que decimos tiene poder de vida y/o de muerte (Prov 18:21).
Muchas veces no nos percatamos de la importancia de lo que hablamos.
Las palabras que decimos son un reflejo de nuestro pensamiento (de la abundancia del corazón habla la boca, Mat 12:34, Luc 6:45). Con escuchar a una persona podemos saber que es lo que esa persona piensa. Por ello necesitamos también aprender a escuchar.
Hay que tener cuidado para hablar, que cuando hablemos, edifiquemos.



Gen 1:26. Dios nos hizo a su imagen y semejanza, como El es.
Dios nos da de su mismo A.D.N., de lo que El es, soplando en nosotros aliento de vida.
Esto es maravilloso porque la Palabra nos enseña en el Capítulo 1 del Libro de Génesis, que Dios creó todas las cosas, y las creó con Su Palabra.
Ello quiere decir que Adán cuando fue creado, recibió el poder para crear con el poder de sus palabras. Y ese poder, aún cuando fue limitado por la caída, nos fue heredado a todos los descendientes de Adán, y por ello las palabras que pronunciamos pueden producir muerte (Prov 18:21).
Ahora bien, habiendo sido redimidos de la maldición de la ley (Gal 3:13), hemos sido restaurados en todas las cosas, y con ello, el poder de crear todo aquello que es bendición, lo que está escrito en la Palabra de Dios, es decir, vida (Prov 18:21).



El poder de nuestros pensamientos y palabras en las pruebas.
Dios permite pruebas en nuestra vida para formarnos, para que crezcamos, para que maduremos, para que Su Gloria y Su santidad sea formada en nosotros, y nos pueda confiar cosas mayores de El y de Su Reino.
El problema que enfrentamos en esos momentos, muchas veces, está en las palabras que decimos, resultados de nuestros pensamientos, que son opuestos a los pensamientos de Dios, y en lugar de que la prueba obre para bien, por nuestros pensamientos y nuestras palabras, hacen que la prueba sea más dura y más difícil de lo que tendría que ser, no por Dios, sino por nosotros mismos.



Los diferentes tipos de pensamientos que podemos tener (que se van a convertir en palabras).

Nosotros podemos tener tres tipos de pensamientos:
Nuestros propios pensamientos.
Los pensamientos del diablo.
Los pensamientos de Dios.

Los únicos pensamientos que edifican son los pensamientos que vienen de Dios, de Su Palabra, que son los pensamientos que necesitamos pensar para hablarlos y traer edificación a los que nos escuchan.

2 Cor 10:4-5 nos enseña que nuestras armas son espirituales y poderosas para la destrucción de fortalezas mentales que tenemos y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. Esto significa que necesitamos examinar nuestros pensamientos antes de convertirlos en palabras, porque tenemos el poder de Dios en nosotros que lo que decimos cobre vida.

Por ello Rom 12:2 nos enseña que cambiemos nuestro modelo de pensamiento, porque ello va a determinar lo que hablemos, y también lo que somos (Prov 23:7). Que dejemos de pensar lo que piensa el mundo (que son los pensamientos de la carne y los pensamientos del diablo) y renovemos nuestra mente para que pensemos los pensamientos de Dios y, por supuesto, los hablemos.

Nuestra vida es transformada cuando nuestros pensamientos son transformados. Y la exhortación de Dios para nosotros es que meditemos en la Palabra de Dios todo el tiempo (Sal 1:1-3), porque entonces ella va a ser nuestro pensamiento y nuestro hablar, y con ello, traeremos a nuestras vidas la abundancia de la vida de Dios (Jn 10:10, 3 Jn 2).

Somos el resultado de nuestros pensamientos (Prov 23:7) por ello, necesitamos cuidar nuestros pensamientos y corazón (Prov 4:23). Nuestras palabras son el resultado de ellos también y ellas producen vida o muerte (Prov 18:21). Jesús también enseñó que de la abundancia del corazón habla la boca (Mat 12:34).

Jesús, cuando conoció al Centurión romano que quería que Jesús sanará a su siervo, se admiró de la fe del Centurión que fue manifestada a través de sus palabras: “Solamente di la Palabra y él sanará”, y por la Palabra de Jesús el siervo fue sanado. También Jesús, por Su Palabra, maldijo la higuera y la higuera nunca más dio fruto. Y ello sirvió para que Jesús les enseñará a sus discípulos acerca del poder de las palabras, de tal forma que si le decían a un monte con fe que se moviera, ese monte se movería. Jesús también les enseñó a los discípulos que las mismas cosas que El hacía, ellos las harían y aún mayores (Jn 14:12), lo que implica que en nosotros, los hijos de Dios, está en nuestra boca un poder impresionante para hablar la Palabra de Dios y que ella se haga (aunque también está en nosotros el poder de lo contrario según lo que nos enseña Prov 18:21).

La mujer del flujo de sangre por doce años, ella pensó y dijo: si tocare el borde de su manto seré sana. Y no solo lo pensó y lo dijo sino que lo hizo y efectivamente, por su fe, fue sanada. Cuando tengamos una visión de parte de Dios, digámosla, escribámosla y digámosla, y seguro, aunque tardare será hecha (Hab 2:2-4).

En Hch 3, Pedro y Juan fueron abordados por un cojo de nacimiento pidiéndoles limosna, pero ellos le dijeron: lo que tenemos te damos, en el Nombre de Jesús, levántate y anda, y el cojo fue sanado.

Dios nos dará lo que le pidamos –digamos- (Mat 7:7), pero necesitamos pedir conforme a la voluntad de Dios y no conforme a nuestros deleites (Sant 4.3).

Nuestras palabras producen acciones.

En el mundo hay muchas personas que están afectadas en su corazón porque el diablo usó las palabras de otros para lastimarlos, y lo duro de esta situación, es que muchas de esas personas afectadas, lo fueron por palabras dichas por otros hermanos en Cristo. No solo necesitamos ir a traerlos para restaurarlos, sino que además necesitamos cuidar nuestras palabras, no sea que por descuido o por ser guiados por la carne, podamos decir palabras que lastimen a otros y les sirvan de piedra de tropiezo.

Necesitamos hablar bien, con la Palabra, a todas las personas que nos rodean, edificarlas con las Palabras de Dios (1 Ped 4:11).

Si hablamos cosas positivas, posiblemente nos va a ir bien. Si hablamos cosas negativas, seguro que nos va a ir mal, pero si hablamos la Palabra de Dios, seguro que nos va a ir bien en todas las cosas (3 Jn 2).

Dios está esperando de nosotros la restauración de todas las cosas (Hch 3:21, Rom 8:19-21) y esa restauración, además de nuestra salvación, comienza por la restauración de nuestros pensamientos de los que derivan nuestras palabras, las cuales preceden a las acciones que hacemos. (Rom 12:2).







06 Jun 2012
Referencia: Palabras.