Estudio Bíblico

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Módulo 205. El Reino de Dios.



EL REINO DE DIOS: LA RECUPERACIÓN DE LO QUE SE PERDIÓ EN LA CAÍDA (1).



Antes de entrar a tratar lo referente a todas las pérdidas que se produjeron en la caída, es necesario que brevemente hablemos de Jn 3:16 cuyo antecedente es Gen 3. Para entender a plenitud lo que significa el Reino de Dios es necesario, antes que nada, entender que es lo que se perdió en la caída de Adán y Eva en el pecado, y para entender eso es necesario que entendamos en su plena dimensión tanto Jn 3:16 con Gen 3, despojándolos de todo misticismo, religiosidad y supra-espiritualidad que han limitado su significado, relegándolos a lo espiritual, cuando en los pasajes está sumamente claro, como comenzaremos a ver en breve, que lo que Dios dice rebasa el límite de lo espiritual y trasciende a la totalidad de lo creado.

En Jn 3:16, la palabra que se traduce “mundo” es la palabra griega “Cosmos” o “Kosmos”, que efectivamente significa mundo, pero no mundo como el conjunto de personas, sino mundo como el conjunto de la creación, lo que implica que abarca no solamente a las personas, sino todo lo demás creado: organizaciones, actividades, naturaleza, recursos naturales y materiales, etc. ¿Quiere eso decir que Cristo no solo vino por las personas, según la forma como hemos leído por años este versículo? Efectivamente, así es. Esto se reafirma en la Escritura con, por lo menos, los siguientes pasajes:

• Luc 19:10: Jesús vino a rescatar todo lo que se había perdido en la Caída (ver más adelante la descripción de todo lo que se perdió en ese momento).

• Rom 8:19-21: los hijos de Dios, la Iglesia, es la llamada a manifestarse para redimir a toda la creación que está esperando dicha manifestación para ser liberada de la esclavitud o corrupción a la que fue sometida por causa del pecado. Por el pecado del ser humano la creación fue corrompida; por la actividad del ser humano la creación debe ser redimida.

• Efe 1:9-10: el misterio de la voluntad de Dios es que todas las cosas sean reunidas en Cristo en la dispensación del cumplimiento de los tiempos (este es el tiempo del cumplimiento), en la cual Cristo está esperando que todos sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies.

• Col 1:20: “y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.”

Según leemos (cuando se hace una lectura a fondo y desprovista de nuestros anteojos de tradición, religión, espiritualización, etc.) en Gen 3, en la caída no solo se perdió la vida espiritual del ser humano, o su relación con Dios sino que también se produjeron muchas otras pérdidas que afectaron todas las áreas de la vida humana, efectos que se retroalimentan unos a otros en una sinergia que en el transcurrir del tiempo hacen la vida humana cada vez más precaria en todo sentido (económico, social, político, cultural, etc.), pero por sobre todo, en el sentido moral, que es el factor precipitante principal de todos los demás.

Al perderse la relación con Dios, el ser humano perdió el propósito de existencia, que era el de ser un mayordomo de Dios para administrar la creación. Esta pasó a ser, legalmente, posesión del diablo, dándole a las personas, a partir de allí, la falsa idea de que ahora son dueños y por lo tanto, libres de hacer con lo creado que esté en su posesión o a su alcance, lo que se les dé la gana. Con ello se da lugar a la codicia y la avaricia, y a las luchas y guerras por la posesión de los recursos naturales, económicos, materiales y financieros. Y, obviamente, de allí deviene también la explotación, la pobreza, el subdesarrollo y todo lo que ello implica, con la secuela de desordenes sociales a lo interno de los países e internacionales, entre países, que por lo general, tienen como motivo, en última instancia, el deseo de poseer más (Sant 4:1-3).

Al dejar de ser un mayordomo de Dios, el ser humano pierde no solo la calidad de mayordomo sino que también con ello, la bendición de la buena mayordomía que es: autoridad (Luc 19:17), prosperidad, abundancia y gozo (Mat 25:21).

Al perderse la relación con Dios, el ser humano también perdió el propósito de estar sujeto o sometido a la autoridad de Dios, escondiéndose y/o escapándose de su presencia. Como el ser humano fue creado con esa necesidad de eternidad (Ecle 3:11), para satisfacer esa necesidad comienza a crear, bajo la influencia del diablo y sin que las personas lo noten, sus propias filosofías, creencias, etc., que tarde o temprano, se convierten en sistemas religiosos, dando con ello paso al desorden religioso, falsas religiones, idolatría, ocultismo, hechicería, espiritismo, adivinación, etc., todas ellas formas del diablo de buscar (robarle a Dios) adoración para sí mismo, y con ello, también se desarrolla la pecaminosidad del ser humano en todas sus manifestaciones (Rom 1:21-31)

Como resultado del pecado, se vio afectada la relación del ser humano consigo mismo, tanto en lo referente a su alma como a su cuerpo.

En lo referente a lo físico fue afectada la sexualidad, pues antes de la caída tanto Adán como Eva estaban desnudos y no se avergonzaban (Gen 2:25) pero inmediatamente después de la caída cosieron hoyas y cubrieron su desnudez (Gen 3:7), y ello derivado que aparecieron en el alma del ser humano la codicia de los ojos y los deseos de la carne con su carga de sensualidad, hedonismo, lujuria, lascivia, entre otros, que con el paso del tiempo dan lugar al adulterio, la fornicación, la prostitución, el homosexualismo, el lesbianismo, la pornografía y todo otro tipo de inmoralidad (uso no natural) sexual.

En lo referente a la mente, el ser humano comienza a desarrollar sus propios procesos de pensamiento, independientes de Dios, que devienen en el mentalismo, el racionalismo, el amor a la filosofía (conocimiento) que retroalimentan las falsas religiones, la idolatría, la hechicería, etc., todos caminos que al ser humano le pueden parecer derechos en su propia opinión, pero cuyo fin es muerte (Prov 16:25) por cuanto constituyen un pecado en contra de Dios y la paga del pecado es muerte (Rom 6:23).

También fue afectada su relación con los demás, al manifestarse por primera vez el rechazo en el ser humano, que es el germen de todos los conflictos interpersonales a lo largo de todas las edades, cuando a la pregunta de Dios sobre lo que Adán había hecho, éste contesto rechanzando a Eva (por haberle dado a comer del fruto) y a Dios (por haberla hecho y habérsela dado a Adán) tratando de evadir su propia responsabilidad por el pecado y la caída (Gen 3:12).

Cuando como resultado de la caída Dios manifiesta a Eva que su marido se enseñorearía de ella, este es el principio del rompimiento de la equidad de las relaciones de todo tipo entre los seres humanos, que comienza al interior de la familia con el enseñoreamiento del hombre sobre la mujer (Gen 3:16) y a partir de eso, es solo cuestión de tiempo que el enseñoreamiento no bíblico sino pecaminoso entendido como abuso contra otros en todas sus formas, también se reproduzca rápidamente en el ámbito familiar con los hijos, y en lo laboral, lo económico, lo político, lo cultural, lo educativo, etc., dando lugar a todas las disparidades entre diferentes grupos erarios, étnicos, sexuales, raciales, religiosos, culturales, etc., que constituyen el resultado de la discriminación, la marginación, la explotación, etc. (Mar 10:42, 1 Sam 8:6-17).

Al codiciar el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, se abren las puertas del alma de los seres humanos a la codicia en todas sus manifestaciones, y entre ello, la codicia a lo material, a las cosas y al dinero, y la consiguiente esclavitud a todo lo material (Mat 6:24) que compite con el Señor por el corazón del ser humano. A partir de allí es solo cuestión de tiempo que se desarrollen todos los pecados económicos (más de treinta consignados en la Biblia) que a su vez derivan en los pecados sociales y políticos que apuntalan y permiten la consumación de los primeros bajo la apariencia de legalidad y legitimidad humanas, pero no ante los ojos de Dios (Sant 5:1-6).

Al desordenarse la relación del ser humano con Dios también se desordenan las relaciones sociales de los seres humanos entre sí, ya que Eva tomó el liderazgo sobre Adán en lo referente al pecado con la aprobación pasiva o activa de Adán (Gen 3:6), y con ello se abrió la puerta para que el desorden social se introdujera en todas las relaciones y esferas de actividad humanas por efecto del pecado, la codicia, la avaricia, etc., desarrollándose y asumiendo este desorden, por lo menos, dos formas diferentes.

Desorden económico que, derivándose de la maldición sobre el trabajo (Gen 3:19) se traduce en que, en la búsqueda de facilitarse la obtención de los frutos del trabajo, combinado con el enseñoreamiento, deriva en que unos se aprovechan de otros en el trabajo, apareciendo la explotación del hombre por el hombre y la consiguiente brecha entre pobres y ricos que cada día se ensancha más, provocando la división social económica que deriva en división y discriminación no solo económica sino cultural, política, social, etc., cuya manifestación más extrema es el resentimiento y la lucha de clases

Con el objeto de preservar sus privilegios económicos y sociales, los más poderosos copan el poder político para utilizarlo como instrumento de dominación hacia las mayorías, y con el abuso de este poder que se traduce en violencia de los poderosos hacia los no poderosos, discriminación, autoritarismo, etc., se origina el desorden político como respuesta de esas mayorías a los abusos, lo que se traduce en rebelión hacia la autoridad cuya manifestación más extrema es la anarquía, la violencia “revolucionaria”, el terrorismo, etc.

El trabajo, que es el primer ministerio (servicio a Dios y a los demás) que Dios le asigna a la humanidad, recibe una maldición múltiple, La obtención de los frutos (que antes solo implicaba labrar y cuidar) ahora pasará a ser una actividad pesada (Gen 3:19), y no siempre con buenos resultados (espinos y cardos). Como resultado del endurecimiento del trabajo, el surgimiento del enseñoreamiento, la codicia y la avaricia, unos comienzan a apropiarse para sí de la tierra y de sus frutos, y los utilizan como medio de dominación en contra de otros más débiles, iniciándose la brecha cada vez más amplia, entre pobres y ricos, y con ello, aparece el desorden económico manifestado en la explotación, la pobreza de la mayoría y el enriquecimiento de minorías, división y discriminación socio-económica, cultural y política, y derivado de ello, el resentimiento y la lucha de clases.

La rebelión a Dios (La Autoridad) deriva también en rebelión a toda autoridad humana, que es la causa precipitante de la caída: siendo Adán la cabeza, la autoridad puesta por Dios sobre Eva, ella suplanta a Adán en ese rol y le da de comer del fruto del árbol, y Adán consciente pasivamente en esa usurpación de autoridad (Gen 3:6) siendo este el antecedente de la rebelión a la autoridad que caracteriza a la humanidad, y que deriva en el desorden social generalizado y en el uso del poder político para preservar los privilegios económicos y de todo tipo: la violencia de los poderosos hacia los no poderosos, discriminación, autoritarismo, etc., y la reacción a ello de los sometidos por el poder político: rebelión a la autoridad, anarquía, violencia "revolucionaria", terrorismo, etc.

Como parte directa de la maldición del pecado, en la creación se produce la desarmonía o desorden ambiental, que asume dos formas diferentes. La primera, es la rebelión del reino animal que se traduce en los animales atacando al ser humano y viceversa, que en el ser humano no solo asume la forma de defensa a la invasión de sus territorios, sino como una forma de entretención (cacería, safaris, etc.), con el consiguiente desequilibrio en la fauna y la flora (unas especies aumentan como consecuencia de la disminución de las especies de las que formaban parte de su cadena alimenticia). La otra es la maldición de la tierra que de entrada comienza a producir espinas y cardos (Gen 3:18) lo que deriva en una complicación al trabajo humano en la obtención de sus frutos (Gen 3:17) que da lugar, para contrarrestarlas, a la deforestación para aumentar el uso de tierras dedicadas a la agricultura con el consiguiente efecto sobre las especies de la fauna y la flora que ven afectado su ecosistema y con ello se incrementa el desequilibrio ecológico, el uso de productos químicos que alteran la composición natural de los suelos, empobreciéndolos, etc., y debido a la imposibilidad de crecimiento de los productos en relación directa al crecimiento de la población que demanda esos bienes, se produce su sustitución por productos industrializados que desencadenan otros procesos de deterioro ambiental y de deterioro de la salud de las personas como factor derivado.

Es en este contexto de “cosmos” que hay que entender la primera venida de Cristo y en ese contexto también que hay que entender Luc 19:10: El vino a pagar el precio para que toda la creación fuera redimida de los efectos del pecado, abriendo la puerta a la solución de esos problemas, cuyo origen es espiritual (el rechazo del ser humano a Dios) y cuya solución también debe ser espiritual (la reconciliación del ser humano con Dios para que este reconcilie a toda la creación, 2 Cor 5:17-19, Rom 8:19-21). Por ello Dios comienza la redención de la creación con la redención del ser humano, para que este sea un instrumento de la restauración de todo el cosmos al plan original de Dios que Cristo hará perfecta y concluirá en su Segunda Venida con el Reino Milenial para dar paso posteriormente a los nuevos cielos y nueva tierra que Dios traerá en el inicio de la Eternidad futura después del Juicio del Gran Trono Blanco.

Desde esta perspectiva, también la Gran Comisión cobra un significado más integral, más completo, e implica tres mandatos: el mandato cultico, el mandato evangelístico y el mandato cultural (Mat 28:17-20).

El primero se refiere a la restauración de la alabanza y la adoración (Sal 148:1-14), no solo de las personas, sino de todas las cosas, al Creador, al Único y Todopoderoso Dios. El segundo se refiere a evangelizar y discipular personas, y el tercero a que las personas evangelizadas y discipuladas, apliquen los principios del Reino de Dios a todos los ámbitos de su vida y su actividad, para dar lugar a naciones discipuladas (o cristianizadas) en todos sus aspectos, de tal manera, que al venir el Señor Jesucristo en su segunda venida, le sean presentadas naciones completas salvas (Apo 21:24). Ello implica que la Gran Comisión es el mandato para poner bajo el Señorío de Cristo no solo a las personas sino a las naciones completas (Rom (8:19-21), abarcando con ello también a las organizaciones (familias, empresas, gobierno, ONG, iglesias, colegios, universidades, partidos políticos, etc.), actividades (trabajo, economía, finanzas, política, educación, ciencia, arte, deportes, etc.), cultura y leyes, territorio (recursos naturales), etc., comenzando a partir de la Iglesia (Efe 1:22-23) para que en todas las cosas nuestro Señor Jesucristo tenga la preeminencia (Col 1:16-20, Efe 1:9-10). Y ello implica establecer el Reino de Dios sobre la tierra, que es justamente lo que el Señor Jesucristo nos enseño a orar en Mat 6:9-10, y nos ordeno buscar en Mat 6:33, y lo que significa la parábola de la levadura en Luc 13:33 y la figura de la sal de la tierra y la luz del mundo en Mat 5:13-16.


31 Ene 2012