Estudio Bíblico

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Módulo 210. La Reforma de la Iglesia y el Ministerio Apostólico.



LOS GRUPOS EN CASA, LA ESTRATEGIA DE LA REFORMA DE LA IGLESIA.


La estrategia que Jesús determinó para la iglesia apostólica es muy sencilla e implica el siguiente proceso general:
• Evangelizar, reclutando futuros discípulos.
• Discipularlos, consolidándolos en la fe y formándolos.
• Enviarlos para que ministren en las casas.
Cada uno de esos pasos del proceso se evidencian en los siguientes pasajes.

Jesús reclutó a quienes iban a ser sus futuros discípulos.

“Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres. Y dejando luego sus redes, le siguieron. Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes. Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron.” (Mar 1:16-20).

Jesús ministraba en el templo pero también lo hacía en las casas y los futuros discípulos estaban con El para recibir enseñanza no solo teórica sino práctica de cómo hacer las cosas en el ministerio.

“Al salir de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan. Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella. Entonces él se acercó, y la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente le dejó la fiebre, y ella les servía. Cuando llegó la noche, luego que el sol se puso, le trajeron todos los que tenían enfermedades, y a los endemoniados; y toda la ciudad se agolpó a la puerta. Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque le conocían.” (Mar 1.29-34).

Jesús seleccionó a los discípulos para que estuvieran con él.

“Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios:” (Mar 3:13-15).

Después los envió a hacer la obra del ministerio.

“Después llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos. Y les mandó que no llevasen nada para el camino, sino solamente bordón; ni alforja, ni pan, ni dinero en el cinto, sino que calzasen sandalias, y no vistiesen dos túnicas. Y les dijo: Dondequiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de aquel lugar. Y si en algún lugar no os recibieren ni os oyeren, salid de allí, y sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, para testimonio a ellos. De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra, que para aquella ciudad. Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen. Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban.” (Mar 6:7-13).

La iglesia del Libro de los Hechos, una vez en marcha, replicó el modelo que les había enseñado Jesús.

“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.” (Hch 2:1-4).

“Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.” (Hch 2:41-47).

Llámese como se llamen, y operen como operen, una cosa es clara de todos los pasajes que mencionamos, y del desarrollo de la Iglesia del Libro de los Hechos:

1) La Iglesia se reunía en el templo y en las casas, en donde captaban nuevos convertidos.
2) Los nuevos convertidos eran involucrados rápidamente después de su conversión en un proceso de discipulado que implicaba la enseñanza, la comunión de unos con otros y la oración.
3) Y de ello venía un crecimiento sobrenatural que implicaba que los que ya estaban en el proceso de discipulado, fueran “lanzados” a hacer lo mismo con otros.



Los grupos celulares, un modelo de cuidado paternal.

“Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.” (Mat 9:36-38).

Este pasaje ilustra el corazón, el motivo fundamental, la esencia que fundamenta los grupos celulares. Es un modelo que persigue el cuidado de los nuevos convertidos, no el crecimiento numérico. Según este pasaje, las multitudes ya están, el crecimiento ya está dado. Lo que no hay es quien las junte y las ampare, las cuide, como hace un pastor con sus ovejas. El crecimiento numérico, en una congregación determinada, va a ser un sub-producto del cuidado paternal, pastoral, de los nuevos convertidos. El éxito y el fracaso de los procesos celulares está precisamente en este punto, no en la mecánica de los grupos. Déjeme explicar.

El modelo celular, cuyo exponente más renombrado en este tiempo es el Dr. Cho en Corea tuvo éxito porque proveía un modelo de cuidado pastoral y paternal, adaptado a la realidad de Corea, a los miembros de la iglesia. Debido al éxito que el modelo alcanzó que se reflejó en el crecimiento acelerado de la membresía de la iglesia, tal como sucedió en el Libro de Hechos, muchas iglesias de todas partes del mundo fueron y copiaron el modelo, pero no el cuidado pastoral, sino el modelo mecánico, y lo impulsaron como un programa de crecimiento numérico de la iglesia, y allí estuvo el fracaso de muchos porque no lograron sus objetivos. Estaban interesados en los números no en las personas, a pesar de que el mismo Doctor Cho escribió un libro advirtiendo precisamente de este peligro (el libro es “Mucho más que números”).

Posteriormente, por lo menos en América Latina, se desarrolla en Colombia el modelo de los G-12, en la Iglesia del Pastor César Castellanos, y los que se sentían frustrados con el modelo celular, acuden a enterarse y copiar este modelo de trabajo, que, por lo reciente, todavía es la “moda”, pero que al estarse realizando de la misma manera que el modelo celular –desarrollarlo como un modelo de crecimiento numérico, no como lo que es, un modelo de cuidado pastoral— va a producir los mismos resultados que el modelo celular: frustración, fracaso y sustitución por otro modelo que llegue a estar en la “moda”.

Si seguimos sembrando lo mismo, vamos a cosechar lo mismo aún cuando le cambiemos nombre, mecánica, etc. Recordemos que Dios no ve lo externo, sino el corazón. Dios conoce las intenciones de nuestro corazón y responde de acuerdo a ello.

Debemos recordar que Dios es un Padre, y como tal, va a mandar a sus hijos, para que nazcan, a la mejor maternidad; para que los cuiden, a la mejor guardería; y para que sean enseñados, a la mejor escuela. Si queremos ver nuestras iglesias en crecimiento, lo que es totalmente válido y el deseo del corazón de Dios, no hay que buscar un modelo, hay que cambiar nuestro corazón, y que se transforme a la imagen del corazón de Dios, buscando con el corazón el mejor cuidado para nuestros hermanos e hijos de Dios. Una vez nuestro corazón sea cambiado, nuestro forma de hacer las cosas va a ser transformada y entonces vamos a orientar todas las cosas al cuidado paternal de los hijos de Dios, y por supuesto, El los va a traer.

El problema central no es crecimiento, es cuidado. No es el del crecimiento numérico o el crecimiento cualitativo, es cuidado. Cuando hay cuidado, hay crecimiento numérico y cualitativo. Por años, desde que yo recuerdo, la discusión ha estado centrada sobre si lo que la iglesia debe perseguir es el cuidado numérico o el crecimiento cualitativo. En mi opinión, el foco de la discusión está equivocado, no es ni uno ni otro, son ambos, pero como subproducto del cuidado pastoral y paternal de los creyentes.

Déjeme ponerle un ejemplo paralelo en el mundo de la ganadería. Si usted fuera una persona dedicada a la ganadería, su objetivo sería llegar a tener un hato de ganado no solo numeroso sino de calidad. Para ello, contrataría el mejor personal disponible, lo entrenaría para que hicieran su trabajo bien hecho y cuidaran bien del ganado, establecería un proceso de mejoras contínuas en el cuidado y alimentación de calidad del ganado, para que creciera robusto y luego se reprodujera, incorporando los adelantos científicos y tecnológicos que se fueran produciendo y que redundaran en el logro de los objetivos que se propone. Estaría pendiente todo el tiempo de cómo marcha el crecimiento y el desarrollo del ganado, y tendría controles para saber que los empleados que ha contratado están haciendo su trabajo de buena manera y con resultados de calidad, etc.

Si bien es cierto, los creyentes no son ganado, si con el ganado se pone ese cuidado, con mucha mayor razón lo deberíamos tener con los hijos e hijas de Dios. Es lo mínimo que como pastores a cargo de una congregación, deberíamos estar haciendo para cumplir con el trabajo más maravilloso que hay sobre la faz de la tierra, como lo es el cuidar de nuestros hermanos y hermanas.

En resumen, déjeme repetirlo nuevamente: la estrategia clave de la iglesia apostólica, es el cuidado pastoral y paternal de los y las creyentes. Para ello Dios estableció los grupos en casa (llámense células, grupos familiares, grupos de doce, grupos de discipulado o como sea, el nombre no es relevante, el cuidado si lo es). Como sub-producto de ello, si lo hacemos bien, con excelencia como para Dios, vamos a experimentar un crecimiento numérico y de calidad en la congregación. Cambiar ese orden es encaminarnos a otro fracaso. Por favor, no lo hagamos, ni provoquemos en nuestros hermanos falsas expectativas que posteriormente van a dar como resultado frustración, desánimo, heridas, decepción, etc. Convirtamos nuestras iglesias en maternidades, guarderías, escuelas y hospitales para el cuidado, la enseñanza y la restauración de los hermanos y hermanas. Esa debería ser la meta de nuestra vida, en ello consiste buscar el Reino de Dios y su justicia en el área ministerial, y como añadidura vamos a obtener el florecimiento y crecimiento de nuestras iglesias y congregaciones.

El enfoque correcto y el corazón correcto delante de Dios va a provocar los resultados correctos.




Los objetivos específicos de los grupos celulares.

Como lo mencionamos anteriormente, los grupos celulares son la estrategia de la reforma apostólica para el cuidado pastoral de los y las creyentes. Son el instrumento diseñado por Dios para conservar el fruto de la cosecha evangelizadora.

“Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra. ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega. Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega. Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.” (Jn 4:34-38).

A través de los grupos en casas la iglesia provee de una paternidad espiritual responsable a los y las creyentes para ayudarlos, enseñarlos, adiestrarlos, capacitarlos y perfeccionarlos en su desarrollo espiritual y a cumplir los propósitos de Dios para sus vidas, así como un padre responsable proveen esas cosas para el desarrollo de sus hijos e hijas carnales.

“Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros,“ (Gal 4.19).

“Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos. Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios. Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes; así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros, y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria.” (1 Tes 2:8-12).

Los objetivos formativos de los grupos en casa deben ser una extensión de los objetivos de los oficios ministeriales indicados en Efe 4.11-16, esto es, que los y las creyentes:
• Desarrollen una relación intima y permanente con el Señor, de donde emanan el fruto y los dones del Espíritu.
• Desarrollen el carácter de Cristo en sus vidas, es decir, el fruto del Espíritu, y apliquen la Palabra en toda área, circunstancia y actividad.
• Desarrollen los dones que Dios ha puesto en sus vidas, encaminándolos al ministerio que El les ha dado como regalo de Su Gracia, y multipliquen los talentos con los que han sido dotados por El.
o Para ello, los grupos en casa son y deben ser un instrumento de Dios para la evangelización y el discipulado, en cumplimiento de la Gran Comisión que El nos encargó en Mat 28.18-20 y Mar 16:15-18, convirtiéndolos en lugares en donde fluya el poder sobrenatural de Dios, sanando a los enfermos, liberando a los cautivos, restaurando las vidas quebrantadas, enseñando las buenas nuevas de Jesucristo, (Luc 4:18-19).
• Sean firmemente afirmados en la fe, entrenándolos para desarrollar sus sentidos espirituales para que no sean fluctuantes en su fe ni puedan ser engañados por las doctrinas falsas que serán la constante de los últimos tiempos.
• Sean enseñados para vivir en la unidad, armonía, coordinación y amor con otros y otras creyentes, que debe caracterizarnos como un solo Cuerpo que somos: el Cuerpo de Cristo

“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” (Efe 4.11-16).

“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.” (Mar 16:15-18).

Por lo tanto, los grupos en casa deben proveerles a todos los que asistan, creyentes y no creyentes:
• Cuidado, protección y seguridad espiritual y emocional.
• Atención personal a sus necesidades espirituales, emocionales y físicas.
• Formación, enseñanza, dirección, modelo, instrucción, consejo para el crecimiento en todos los aspectos de la vida cristiana: relación con Dios, frutos y dones.
• Identidad, activación y habilitación como creyentes y ministros de Dios.

Y para ello, toda la membresía de la Iglesia en general, y de las iglesias locales en particular, debemos crecer y desarrollarnos hasta convertirnos en:
• Guardas de nuestros hermanos y hermanas menores.
• Mentores o ayos de sus primeros pasos.
• Consolidadores de su posición y vida espiritual.
• Discipuladores y forjadores de sus ministerios.
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27 Ene 2012