Estudio Bíblico

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Módulo 210. La Reforma de la Iglesia y el Ministerio Apostólico.



INTRODUCCIÓN A LA REFORMA DE LA IGLESIA.

La Palabra de Dios en Hch 3:21, nos dice que en la segunda venida de Cristo se va a producir la restauración de todas las cosas. Restaurar significa recuperar o recobrar, reparar, renovar o volver a poner una cosa en aquel estado o estimación que tenía antes. Ello significa que todo lo que va a ser restaurado antes de la venida de Cristo, va a ser recuperado, recobrado, reparado, renovado y/o vuelto a poner en el estado o estimación que tenía antes. Y esa restauración implica una reforma, una reformulación de lo que existe.

Sin entrar en mayores detalles sobre todas las cosas que deben ser restauradas, nos vamos a concentrar, en este estudio, específicamente en una parte de ese todo y es la parte que se refiere específicamente a la Iglesia del Señor Jesucristo, su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (Efe 1:23). Es en ese sentido que utilizamos en este estudio el término “Reforma Apostólica”. Como una restauración de las cosas en la iglesia al estado en que deberían de estar. Y es apostólica porque la Iglesia del Libro de los Hechos, en esencia, era una Iglesia Apostólica, no solo porque es una iglesia mensajera de Dios al mundo con un mensaje específico de buenas nuevas, sino que además de ello, fue fundada por el Supremo Apóstol de nuestra fe, el Señor Jesucristo, y se edificó sobre el fundamento de los apóstoles y profetas que el Señor estableció, y los que éstos primeros, en su momento, establecieron, dando de gracia lo que de gracia habían recibido.

Es evidente que entre la Iglesia del Libro de Hechos y la Iglesia actual existen una serie de grandes diferencias, algunas de las cuales son características ausentes o minimizadas en la iglesia actual respecto a aquel glorioso modelo que nos dejara el Señor Jesucristo. Y ello determina la necesidad de una Reforma que recupere todas esas cosas que Jesús determinó que debían estar presentes en su Iglesia. Y cuando hablo de recuperación, no hablo de cuestiones culturales o formales, sino de cuestiones que afectan la esencia de lo que es la Iglesia y su impacto en el mundo, como instrumento del Reino de Dios.

Si bien es cierto que la restauración a la plenitud de todas las cosas solo va a suceder después de la segunda venida de Cristo, antes de su venida, algunas cosas se van a comenzar a restaurar, como ya lo hemos visto en la práctica en el último siglo: el derramamiento del Espíritu Santo sobre toda carne, la restauración del sacerdocio del creyente, la autoridad del creyente, los dones del Espíritu, los cinco ministerios (aunque falta todavía uno que sea plenamente restaurado, el del Maestro) etc.

Por otro lado, en cuanto a la iglesia, también existe la palabra profética respecto a que su gloria postrera será mayor que la primera (Hag 2:9), además de Ecle 4:18 en el sentido de que si la vida del justo es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto, en consecuencia, la vida de la suma de todos los justos, es decir, la vida de la iglesia, con cuanta mayor razón también deberá ir en aumento.

Y es precisamente a algunos de estos cambios que van a suceder en la Iglesia de Cristo a lo que nos queremos referir con la Reforma Apostólica, que implica, en principio, cuatro cosas y/o situaciones: una situación (reforma), una caracterización de esa situación (apostólica), un reformador (el Espíritu Santo) y los instrumentos de esa reforma (apóstoles) .

El término reforma, en general, se refiere, según el diccionario, a una rectificación, enmienda, recuperación, renovación, hacer recto, enderezar aquello que está torcido, hacer un rediseño total de la manera de operar.

En el mundo constantemente se están produciendo reformas: laborales, económicas, legales, sociales, etc., por lo que en el ámbito de lo espiritual, entonces, lo que se produce es una reforma espiritual, entendida esta como un remover radical y revolucionario de la mente, corazón y prácticas dentro de la iglesia, que apagan el fuego de la pasión del pueblo de Dios por El, de tal manera que la Iglesia, como el Cuerpo de Cristo, influya positivamente en todos los órdenes de la sociedad, para cumplir con el mandato del Señor Jesucristo de ser la sal de la tierra y la luz del mundo (Mat 5:13-16) y levadura (Mat 13:33). En la Biblia encontramos, de hecho, que todos los avivamientos que Dios produjo en Su pueblo fueron antecedidos, primeramente, de una reforma, y que esta reforma y el avivamiento subsecuente juntos, trascendieron a las estructuras sociales de su época.

Quiere decir, entonces, que si el Cuerpo de Cristo ha estado orando por un avivamiento, que significa reencender e incrementar el fuego del pueblo de Dios (ya que los inconversos no son sujetos del avivamiento, sino sujetos de la evangelización que es un resultado del avivamiento), que por otro lado no es su idea sino la idea de Dios para este tiempo, antes que ello ocurra, Dios va a traer una reforma que va a sacudir la Iglesia.

Por los hechos que están sucediendo en este tiempo, creemos con todo nuestro corazón que Dios no solo está comenzando a producir, y continuará produciendo e incrementando, por supuesto, una reforma, sino una reforma apostólica, un retornar de la iglesia a lo que fue antes, en el libro de Hechos, al modelo original de su fundador, el Señor Jesucristo, quién es Su Cabeza. E indudablemente, la iglesia del libro de Hechos, en muchísimos más sentidos de los que nos hemos imaginado hasta ahora, era eminentemente una iglesia apostólica.

Si entendemos bien el término, las reformas que se han producido antes, tanto en el Antiguo Testamento que están consignadas en la Biblia, como en los tiempos de la Iglesia, que si bien no están en la Biblia si están registradas en los libros de Historia en general, y de la Historia de la Iglesia en particular, cuando Dios interviene en la vida de la iglesia para corregir, rectificar, renovar todo aquello que se ha desviado de su plan original (formas de pensar, metodologías, creencias, principios, valores, etc.) en la iglesia, lo ha hecho a través de personas comisionadas especialmente por El, con un mensaje específico, es decir, mensajeros especiales de Dios, tales como Jesús, los apóstoles del Cordero, Pablo, Martín Lutero, Juan Calvino, etc., que en esencia son “apóstoles”, es decir, mensajeros especialmente enviados y ungidos por Dios para cumplir con una misión específica.

Por ello, junto con otros argumentos que vamos a desarrollar más adelante, es que consideramos que esta reforma que Dios está trayendo a la iglesia, es una reforma apostólica, que va mucho más allá del reconocimiento de apóstoles y de los límites de lo que actualmente conocemos, y que va a sacudir profundamente todas las estructuras físicas, mentales, emocionales y espirituales que como iglesia hemos levantado a lo largo de los siglos, y que han impedido que la Iglesia llegue a ser la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (Efe 1:23).

El avivamiento tiene un alcance limitado (una congregación, una denominación, un área geográfica específica, etc.) y se refiere, básicamente, a santidad, crecimiento espiritual, manifestación de los dones, etc. La reforma tiene un alcance general, porque trae corrección, enmienda, rectificación, restauración a las estructuras, métodos, organizaciones del Cuerpo de Cristo y de la sociedad en su conjunto. Es un cambio radical, dramático, lo torcido es enderezado, y ello trascendiendo más allá de los límites de un avivamiento.

La reforma comienza en el corazón de una persona, siguiendo el camino de adentro de su corazón hacia fuera, y reta a esa misma persona, sacudiendo sus status quo, siguiendo un proceso de la vida natural que refleja la vida espiritual (Heb 11:3): todo lo que tiene vida, cambia constantemente, se transforma, mejorándose.









27 Ene 2012