Estudio Bíblico

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Arrebatando el Reino de Dios (1)




Introducción.

Mat 6:10. “Venga tu Reino, hágase tu voluntad como en el cielo así también en la tierra.” Que venga el Reino no es la conveniencia de Dios. Es a nosotros a quienes nos conviene que venga el Reino. ¿Por qué? Porque Mat 6:33 nos enseña que si buscamos (vivimos bao) el Reino de Dios y Su justicia, todas las cosas nos van a venir por añadidura. El Reino de Dios es el lugar de provisión para toda necesidad que enfrentamos: salud, restauración, sanidad, provisión, gozo, paz, bienestar, confort, etc.

Rom 14:17 nos enseña que el Reino de Dios es justicia, paz y gozo. Y tengo esas cosas cuando tengo todas mis necesidades suplidas, cuando estoy bien. Y esa es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta, para nuestras vidas (Rom 12:2). Jn 10.10 nos enseña que Jesús vino para que tuviéramos vida y vida en abundancia, no limitada, no escasa, no llena de problemas, no saltando de obstáculo en obstáculo, de barranco en barranco. La condición es que vivamos en Su Reino. El Reino es un lugar donde necesitamos vivir, que puede ser en cualquier lugar donde estamos. No depende tanto del lugar sino bajo que gobierno estoy.

Si vivimos bajo el gobierno de Dios, vivimos bajo Su Reino, y si vivimos bajo Su Reino vamos a vivir con todas nuestras necesidades suplidas, con gozo, con bienestar, con paz. Hay otros lugares donde puedo tener alguna de esas cosas, pero no tengo las demás, y peor aún, lugares donde puedo no tener ninguna de ellas.
Vivir bajo el gobierno de Dios nos conviene desde todo punto de vista porque no solo nos va a ir bien en esta vida, sino que además tenemos promesa de vida eterna..



Vivir o no vivir bajo el Reino.

Hay dos formas de querer alcanzar las cosas, de vivir la vida: bajo nuestros esfuerzos (Prov 16:25) o bajo el gobierno de Dios. Bajo nuestros esfuerzos, puede ser que temporalmente nos vaya bien, pero al final, tarde o temprano nos va a ir mal.

Los problemas, enfermedades, pobreza, la amargura, el pecado, etc., muchas veces, si no todas, son espíritus antes de ser algo concreto y tener manifestación en lo natural (Heb 11:3). El diablo, eventualmente nos aleja esos espíritus para atarnos y alejarnos de Dios. Algunos dicen que los brujos sanan o que hacen milagros, lo cual no es cierto. Lo que pasa es que una persona que no sigue a Dios, se enferma –aparentemente, producto de un espíritu--, va donde el brujo, y aparentemente sana. Lo que pasó realmente es que el brujo no lo sano, sino que el diablo se dio cuenta que estaba atada a un espíritu de enfermedad, pero si el brujo la sanaba aparentemente, iba a quedar atada a un espíritu de brujería que constituye una mayor atadura. Entonces le ordena al espíritu de enfermedad que se vaya y se quede un espíritu de brujería. Por ello a algunos que viven alejados de Dios o se alejan de Dios, aparentemente les va bien al principio. El diablo no los ataca por un tiempo para atarlos a estar alejados de Dios, pero finalmente los demonios le van a cobrar la factura. En resumen, no es que nos vaya bien, sino que el diablo nos está danto larga. Solo hay un lugar donde nos va a ir bien, siempre. Cuando estamos bajo el Reino de Dios, gobernados por Su Palabra y dirigidos por Su Espíritu Santo.

Los problemas que vienen a nuestra vida son, en última instancia, el resultado de haber violado un principio de la Palabra de Dios. La solución, entonces, es regresar a ese principio. Arrepentirnos, considerar nuestros caminos y volvernos a la Palabra (Sal 119:59). Entonces, cuando Dios permite un problema en nuestra vida, es que nos quiere enseñar o regresar a un principio de Su Palabra porque nos está preparando para algo mejor, porque la vida del justo es como la luz de la aurora, que va en aumento (no en descenso, Prov 4:18). Pero para ello necesitamos aprender y mantenernos bajo el Reino de Dios. De esa manera la aparente pérdida se convierte en una buena ganancia. Cuando Jesús fue crucificado, eso fue una aparentemente pérdida, aún para los discípulos, que ya cada uno había tomado camino para regresar a su lugar, porque aparentemente era una derrota. Pero solo tres días le duro la aparente victoria al diablo. A los tres días Jesús resucitó, derrotando al diablo y convirtiendo Su aparentemente derrota en la mayor victoria en el universo, despojando a los principados y potestades y exhibiéndolos como derrotados públicamente (Col 3:15). Así funcionan las cosas en el Reino, con algunas paradojas: cuando pierdo, gano; cuando soy débil, soy fuerte; cuando muerto, resucito; cuando bajo, en realidad estoy subiendo; cuando doy, recibo, etc.


Ver y entrar en el Reino.

Jn 3:1-5 nos enseña que podemos estar en dos posiciones frente al Reino de Dios: verlo o entrar en él. Lo vemos cuando nacemos de nuevo, cuando somos salvos, pero entramos en él cuando nacemos del agua y del Espíritu, cuando somos renovados en nuestro entendimiento, cuando somos transformados en nuestra manera de pensar, despojándonos del hombre viejo y vistiéndonos del hombre nuevo (Rom 12:2, Efe 4:22-24).

Entonces, para entrar al Reino necesito conocer (leer, oír, entender, meditar) la Palabra y ponerla por obra y dejarme guiar por el Espíritu Santo. Por ello son importantes la Palabra y la Oración como prácticas continuas, permanentes, en nuestra vida. Como un estilo de vida para vivir bajo el Señorío de Cristo.

Una cosa es tener a Jesús como Salvador, y otra es tenerlo como Señor. Cuando solo tengo a Jesús como Salvador, solo veo el Reino. Pero cuando Jesús es mi Señor entro al Reino, y eso tiene repercusiones en la vida eterna, porque solo los que tienen el Señorío de Cristo sobre sus vidas van a entrar en la Nueva Jerusalén (Mat 7:21-23).

Y regresando a la vida terrenal, las promesas de Dios son parte de Su Reino. Si no vivo bajo Su Señorío, bajo Su Gobierno, solo las voy a conocer, las voy a saber, y voy a afanarme por alcanzarlas, y tal vez, por la misericordia de Dios pueda experimentar algo de ella, pero la plenitud de Su cumplimiento en nuestra vida solo la vamos a vivir cuando estemos bajo el Reino de Dios y Su justicia. No se trata solo de saber la promesa, reclamarla y hacer alguna actividad cristiana de vez en cuando. Se trata de algo más que ello, se
trata de vivir bajo el Señorío de Cristo.

No basta creer, los demonios también creen y tiemblan. Necesito tener fe y la fe requiere obediencia al Señorío de Cristo (Rom 10:8-10) y ello implica sujetarnos al Señorío de Cristo, hacer lo que El dice. La vida del creyente se trata de eso, de edificar, de construir nuestra vida bajo el Señorío de Cristo.

¿Cuando no estábamos en Cristo quién mandaba en nuestra vida? El mundo, la carne, nosotros, el diablo. Y no nos fue nada bien (si no, no estaríamos ahora en Cristo). Pero ahora que estamos en Cristo se trata de que mande en nuestra vida una nueva Persona: Cristo. Que ya no sigamos gobernados por la vieja manera de pensar, porque de la manera que pensemos, así vamos a vivir (Prov 23:7), de lo que pensemos vamos a cosechar (si de la carne, corrupción; pero si del Espíritu, vida eterna, Gal 6:7-10) lo que implica que si seguimos dominados por los viejos pensamientos, vamos a seguir cosechando lo mismo. Pero para vivir de manera diferente necesitamos pensar de manera diferente (Rom 12:2), y cuando adoptamos la manera de pensar de Dios vamos a vivir bajo Su buena voluntad, agradable y perfecta (Rom 12:2).



Ver el Reino no requiere esfuerzo, pero entrar al Reino si requiere esfuerzo.

La Palabra nos enseña que el Reino de Dios sufre oposición y solo los esforzados, los valientes, los decididos, lo arrebatan (Mar 11:12). No es de esperar, es de arrebatar, no viene solo así por así, hay que arrebatarlo, necesitamos esforzarnos para arrebatarlo, transformándonos por medio de la renovación de nuestro entendimiento con la Palabra de Dios, y sujetándonos a la dirección del Espíritu Santo en todas las cosas.



¿Como lo arrebatamos?

Lo tengamos claro o no, el diablo es nuestro enemigo, nos ve como sus enemigos, aunque no le hagamos ni cosquillas, porque él sabe el potencial que hay en nosotros, potencial que si despierta lo va a derrotar y anular no solo en nuestras propias vidas sino en las de otros también. Entonces el diablo trata por todos los medios de que ese potencial no despierte, y mucho menos que se desarrolle. Y va a hacer todo lo que sea posible para que no se despierte ni se desarrolle. Y lo hace a través de la negligencia para que no conozcamos la Palabra (Ose 4:6) y de esa forma creamos las mentiras que divulga a través del mundo y de la carne (Jn 8:44) y no las conozcamos y nos liberemos de ellas (Jn 8:31-32, 2 Cor 10:4-6).

La mejor manera de prevenir que el diablo nos haga algo es vivir bajo el Señorío de Cristo, conociendo, comprendiendo y practicando la Palabra de Dios y siendo guiados por el Espíritu Santo. Eso se llama “medicina preventiva espiritual” para evitar que el diablo nos haga daño a través de sus mentiras que nos impidan alcanzar la plenitud de vida que tenemos en Cristo y que nuestro Padre quiere que alcancemos.

En Efe 6:16, la Palabra nos enseña que lo que el diablo lanza en contra de nosotros son dardos de fuego (pensamientos mentirosos, contrarios a la Palabra de Dios, 2 Cor 10.4-6, Jn 8:44) que necesitamos apagarlos con el escudo de la fe, fe que deriva de escuchar y escuchar y escuchar y escuchar y escuchar continua y constantemente la Palabra (Rom 10:17, Sal 1:1-3). Por ejemplo, la Palabra de Dios dice que somos sanos por las llagas de Cristo, pero el diablo, cuando estaos creyendo por nuestra sanidad nos lanza el pensamiento de que Dios no nos va a sanar, y comenzamos a dudar, y corremos a buscar otros recursos para ser sanados, y además de ello, el diablo ya nos dejó sembrada la duda, no solo de la sanidad específica, sino de todas las demás promesas de Dios, y peor aún, de Dios en general.

Siempre que necesitamos tomar una decisión vamos a enfrentarnos con dos alternativas: una de Dios y otra que viene del diablo (Deut 30.19-20). Pero si no conocemos la Palabra, el diablo es engañador, y puede usar parte de la Palabra para engañarnos como trato de hacerlo con Jesús (Mat 4:1-10), sacándola de contexto y la retorció para lograr su objetivo, pero como Jesús estaba bien armado y era conocedor de la Palabra no fue engañado. Entonces, necesitamos conocer la Palabra para no permitir que el diablo nos engañe, y vivamos permanente bajo el Reino de Dios y sus bendiciones, hoy.



El día de esforzarnos es hoy, no mañana.

El Reino de Dios es para hoy, no para mañana. Dios quiere bendecirnos hoy, Dios quiere sanarnos hoy, Dios quiere que nos vaya bien hoy. De hecho, la oración del Padre Nuestro, donde dice que venga Su Reino, toda ella es una oración para las cosas de hoy, no del futuro. Entonces para cosechar todas las bendiciones del Reino de Dios hoy, necesito comenzar a vivir bajo el Reino de Dios hoy, no mañana, no más adelante. Hoy. Todo en la Palabra es para hoy, no para mañana. De hecho Jesús nos enseña que vivamos en el día de hoy, que dejemos que el mañana llegue con sus propias características. Pero nosotros necesitamos concentrarnos en vivir el hoy bajo el Reino de Dios.

Efe 6:10-18 nos enseña que nos fortalezcamos en el poder de Su fuerza, que estemos firmes contra las acechanzas del diablo y nos vistamos de toda la armadura de Dios hoy, no mañana. Y esto lo tenemos que hacer cada uno de nosotros, todos los días, todo el tiempo. El mal de muchos es pensar y/o decir: “Dios lo hará”, pero este versículo no dice que Dios lo hará. Dice que lo tenemos que hacer nosotros. Con la ventaja de que si lo hacemos, no podemos perder porque mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo (1 Jn 4:4), y El vino para deshacer las obras del diablo (1 Jn 3:8). Pero si no hago nada, es seguro que el diablo, con sus mentiras, me va a derrotar y arruinar la vida (1 Ped 5:8).



Conclusión.

Necesitamos esforzarnos para tener todo lo que Dios quiere que tengamos, necesitamos arrebatarlo. ¿Cuánto queremos tener de Dios? ¿Cuánto esfuerzo queremos poner en conocer, entender y practicar la Palabra de Dios y en buscar y seguir la dirección del Espíritu Santo?






18 Ene 2012
Referencia: Estilo de vida