Estudio Bíblico

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La fe del grano de mostaza (1a. parte).



LA FE DEL GRANO DE MOSTAZA.
(1ª. Parte).



Mat 13:31, Mar 4:31, Luc 13:19.
El Reino de los Cielos es semejante al grano de mostaza.
La más pequeña de todas las semillas.
Cuando crece es la mayor de las hortalizas y se hace árbol.


En el Reino de los cielos todo funciona como una semilla.
Comienza con poco y termina con mucho (Mat 25:21, Mat 25:23, Luc 16:10, Luc 19:17).
La vida del justo es como la luz de la aurora que va en aumento (Prov 4:18).
La gloria de la casa postrera será mayor que la de la primera (Hag 2:9).
Aunque el principio haya sido pequeño, el final será grande (Job 8:7).
Las obras que Jesús hizo, sus discípulos las harán y aún mayores (Jn 14:12).
El que comenzó la obra en nosotros la perfeccionará hasta el día de Jesucristo (Fil 1:6).


La atracción en las semillas de mostaza (el poder transformador del Evangelio).
Las semillas de mostaza, cuando se tocan, adquieren estática y se juntan la una con la otra, se atraen.
El Reino de los Cielos comienza con uno solo, pero rápido nos juntamos y nos atraemos, y va creciendo hasta ser una multitud.
Uno contra mil, dos contra diez mil.
Donde dos o más se reúnen en Su nombre El está en medio de nosotros.
Por ello, la Palabra nos enseña que nosotros somos los agentes de cambio de Dios para el mundo (Mat 5:13-16, Mat 13:33, Jer 15:19).


Mat 17:20: si tuviéramos fe como un grano de mostaza:
Fe en Dios y Padre (Mar 11:22), obediencia, servicio, propósito, herencia, poder (Efe 1:17-19).
Moveríamos los montes (una expresión popular en el tiempo de Jesús que significaba hacer algo extremadamente difícil y hasta imposible).
Nada nos sería imposible.
No importa el tamaño del problema: Dios es mayor que el problema.
¿Hay algo imposible para Dios? (Luc 1.37, Mat 19.26, Mar 10:27, Luc 18:27).


Ya tenemos toda la fe que necesitamos.
Rom 12:2: Dios nos dio a todos una semilla de fe.
No necesitamos crecerla (ya tenemos toda la fe que necesitamos, la fe del grano de mostaza que es suficiente para mover cualquier problema, circunstancia, etc.).
Lo que necesitamos es utilizarla, fortalecerla, defenderla.
La Palabra no nos enseña en ninguna parte que para obtener algo de Dios necesitamos tener una fe del tamaño de un edificio, más bien dice que una fe tan pequeña como el grano de mostaza es suficiente.


La duda, la incredulidad: el arma del diablo para robarnos:
La vida de santidad y obediencia (1 Ped 1:13-16).
La vida abundante (Jn 10.10).
Las bendiciones de Dios (Efe 1:3).
Sus planes y propósitos para nosotros (Jer 29.11).
Usar la fe para echar fuera la incredulidad: usar el escudo de la fe para apagar los dardos de fuego del maligno (Efe 6:16).


Luc 17:1-10.
La fe es como un músculo: hay que ejercitarla para que se fortalezca.
Cumpliendo los mandamientos.
Viviendo bajo el propósito de Dios (sirviéndole).
Entonces nada me será imposible.
La fe necesita ejercitarse, la fe sin obras e muerta (Sant 2:14-26).
El diablo y los demonios también creen y tiemblan. La diferencia con nosotros es que ellos no obran de acuerdo a esa fe, en tanto que nosotros si necesitamos hacerlo.


Como ejercer, ejercitar nuestra fe:
Conociendo, entendiendo y poniendo por obras Su Palabra (la parábola del sembrador: Mat 13:18-23).
Obedeciendo Sus mandamientos.
Viviendo bajo Su propósito (sirviéndole).
Hablándoles la Palabra de Dios a nuestras circunstancias.
Paciencia, perseverancia (Heb 6:12)
Poniendo nuestra mirada en la Palabra y en Cristo, no en las circunstancias (Rom 4:18-20).


El justo vivirá (todo el tiempo, todos los días, en todo lugar y circunstancia) por la fe (Rom 1.17. Gal 3:11).
Ello implica creer en Dios en todo tiempo:
El es Dios Todopoderoso.
El no es hombre para mentir ni hijo de hombre para arrepentirse, El lo dijo, El lo hará.
El es Todo lo que necesitamos, el Más que suficiente.
El es mayor que el que está en el mundo, mayor que cualquiera de los enemigos que nos quiera robar la fe, la obediencia, el propósito y las bendiciones de Dios.


La fe, ante todo, obedece.
Si Dios es Dios, y lo creemos (tenemos fe), la única respuesta posible a ello es la obediencia a la Palabra de Dios y a la dirección de El a través del Espíritu Santo.
Y la obediencia implica la renuncia al yo, a nosotros mismos (Jn 3:30).


La verdadera medida de la fe.
La medida de la fe no es cuantas de las bendiciones de Dios se manifiestan en mi vida, ni cuan bendecido puedo ser.
La verdadera medida de la fe es cuanto de la Palabra de Dios estoy obedeciendo, cuanto he sido transformado por el poder de Dios, si estoy creciendo en obediencia y en el nuevo estilo de vida que Dios establece en Cristo para nosotros, en cuanto el carácter de Cristo y el fruto del Espíritu Santo se están manifestando en mi vida.
Como explica Santiago en Sant 2:14-26, la fe sin obras (de obediencia) es muerta.

04 Dic 2010
Referencia: Fe en Dios.